El "sufrimiento del cuerpo" y el "sufrimiento del alma" estuvieron en el corazón de la homilía del Papa Francisco durante la Misa del Domingo de Ramos. El pontífice, de 86 años, hizo así, el 2 de abril de 2023, su primera aparición pública desde su hospitalización en el policlínico Gemelli, del 29 de marzo al 1 de abril, por bronquitis infecciosa.
El Papa llegó en el papamóvil sobre las 10 de la mañana a la Plaza de San Pedro, en un ambiente de gran contemplación. Luego se instaló frente al obelisco en la Plaza de San Pedro para el rito de apertura de esta misa que marca la apertura de la Semana Santa. De pie y vestido con una estola roja, el Papa dijo la oración de apertura sin mostrar ningún signo perceptible de fatiga.
Siguió también en el papamóvil la procesión hasta la plaza para la continuación de la misa, celebrada en presencia de más de 30.000 fieles, y concelebrada por numerosos cardenales y obispos. Entre ellos el cardenal Becciu y el obispo Georg Gänswein, todavía prefecto de la Casa Pontificia en título, aunque perdió las prerrogativas teóricamente vinculadas a este oficio.
Después de la Liturgia de la Palabra, y en particular, del largo relato de la Pasión cantado por tres diáconos, el Papa articuló su homilía en torno a las palabras de Cristo en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Explicó que los sufrimientos de Cristo fueron muchos y concretos, y lo conectan con las situaciones de angustia de hoy.
Destacó "los sufrimientos del cuerpo: de las bofetadas a los golpes, de la flagelación a la corona de espinas, al suplicio de la cruz", pero también "los sufrimientos del alma: la traición de Judas, las negaciones de Pedro, las condenas religiosas y civiles, las burlas de los guardias, los insultos bajo la cruz, el rechazo de muchas personas, el fracaso de todo, el abandono de los discípulos".
La ruptura de los vínculos, una experiencia vivida por Jesús
Esta experiencia de abandono se repite hoy, en muchas situaciones de dolor enumeradas por el Papa Francisco: "en los amores fracasados, rechazados y traicionados; en niños rechazados y abortados; en situaciones de repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que desvinculan socialmente, en la opresión de la injusticia y en la soledad de la enfermedad".
Jesús conoce y comprende estas "más drásticas rupturas de los vínculos", porque en la cruz "experimentó la situación que más le era extraña: el alejamiento de Dios", insistió el pontífice.
Jesús "pagó el precio por mí", recordó Francisco, invitando a todos a tomar plena conciencia de esto, incluso en las experiencias de caídas, desolación, abandono. Jesús muestra el camino: "en el abandono, sigue amando a los suyos que lo habían dejado solo y perdona a los que lo crucificaron", recordó Francisco.
"El Cristo abandonado nos insta a buscarlo y amarlo en las personas abandonadas", explicó el Papa, refiriéndose en particular a un sin techo alemán que murió recientemente "solo, abandonado, bajo las columnatas" de la plaza de San Pedro.
Las personas abandonadas, "iconos vivos de Cristo"
"Pueblos enteros son explotados y abandonados a sí mismos; pobres gentes cuyos ojos no tenemos el coraje de mirar, viven en las encrucijadas de nuestras calles. Los migrantes ya no son rostros sino números; se rechaza a los presos, se cataloga a las personas como problemas", recordó el pontífice argentino.
El Papa también presentó como "Cristos invisibles, escondidos, abandonados" rechazados con "guante blanco", en particular "niños por nacer", "ancianos abandonados", "enfermos no visitados, discapacitados ignorados", y también "jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor", y que pueden caer en la tentación del suicidio.
El Papa presentó a estas personas abandonadas como "iconos vivos de Cristo", cuya voz "no debe perderse en el silencio ensordecedor de la indiferencia". "Dios no nos dejó solos; cuidemos a los que se quedan solos", instó Francisco, quien habló con relativa fluidez, improvisando en numerosas ocasiones.
Aunque en el libreto litúrgico se advertía que el Papa presidiría esta liturgia del Domingo de Ramos, fue el cardenal argentino Leonardo Sandri, vicedecano del Colegio Cardenalicio, quien presidió la liturgia eucarística en el altar. Esta delegación de la plegaria eucarística a un cardenal es un protocolo habitual desde la primavera de 2022, dadas las dificultades del pontífice argentino para mantenerse en pie.