Colombia es uno de los tres países latinoamericanos en donde más cirugías plásticas se practican. Algunas de sus ciudades reciben cada año miles de turistas que llegan a practicarse diversos tratamientos médicos, entre ellos cirugías estéticas.
El auge de estos procedimientos empezó en la última década del Siglo XX, cuando accedían a ellos mujeres de alto poder adquisitivo. Con el pasar de los años se fueron popularizando y desde hace algunos años se vive un boom –con pacientes cada vez más jóvenes– que ha traído también un crecimiento en la tasa de mortalidad, porque se realizan en centros médicos no autorizados.
Paralelamente, en los últimos años ha ido en aumento el número de mujeres que quieren extraerse las prótesis de senos y glúteos por los daños que causan a su salud. Ellas padecen Síndrome de Asia o Síndrome Autoinmune/Inflamatorio Inducido por Adyuvantes (ASIA, por su sigla en inglés) o enfermedad de los implantes mamarios, como es más conocida.
El tema gana cada vez más relevancia, porque lo que se creía que eran enfermedades sin causa aparente, son reales y serias. Varios católicos han contribuido, con su testimonio de vida, a que se conozcan los padecimientos asociados a la silicona a la que recurren miles de mujeres para verse más jóvenes, más bellas, más seguras, para tener éxito… pero que, en realidad, no hacen más que dañar su alma y su cuerpo.
Cambio de rumbo
Juan Saldarriaga es un médico cirujano colombiano, de la ciudad de Medellín, que luego de 17 años dedicados a poner implantes mamarios, analizó lo que había sido su vida y se vio «como un proveedor de gustos, caprichos y mundanidad».
Hoy, después de una vida de lujuria, dinero y placer, se dedica a servir a Dios. «Yo soy fruto de conversión de las oraciones de mi esposa. Yo estaba metido en la miseria, por las oraciones de mi mamá Dios tuvo misericordia de mí y me dio el perdón de mi esposa. Y por las oraciones de mi esposa yo logré la conversión», dijo al contar su testimonio en el canal de YouTube Regálame tu historia.
Ana Betancur, su esposa, estuvo dedicada al modelaje y queriendo ser «más perfecta», se puso implantes en senos y glúteos. En su camino de conversión entendió que debía retirarlos pero no fue fácil convencer a Juan, quien le decía que iba a quedar como una anciana si lo hacía.
A finales de 2021 lo contactó Amada Rosa Pérez, una actriz y modelo muy famosa en Colombia que hacía varios años había renunciado a su vida errada. Ella buscaba un médico de Dios que le pudiera retirar los implantes porque estaba muy enferma, pero a pesar de entregarle información científica sobre el Síndrome de Asia, no convenció al doctor Saldarriaga.
Palabras al corazón
En su entrevista para Ruah Magazine dijo que quedó impactado cuando Amada Rosa le contó lo que estaba viviendo en el ámbito espiritual, pues el demonio le había dicho: «Yo estoy dentro de ti en esos implantes y no te puedes librar de mí». «Esas palabras entraron a mi corazón como una espada de doble filo», aseguró.
Así fue como se abandonó en Dios y nunca volvió a hacer una cirugía estética, porque sabe que no debe transformar la obra divina. Su esposa, al igual que las cerca de 70 mujeres que ha operado, manifiestan que con el retiro de los implantes y biopolímeros se sienten libres, como Dios las hizo.
Todas llegaban enfermas físicamente, pero él podía ver que también estaban contaminadas espiritualmente. La silicona les había dejado serias consecuencias físicas y emocionales.
El doctor Saldarriaga explicó en el espacio de Misión Ruah que las mujeres que padecen este síndrome citan más de 50 síntomas, de los cuales los más constantes son la fatiga crónica, dolores musculares y articulares, insomnio, pérdida de memoria, alergias en la piel, dolores de cabeza frecuentes, estados de ansiedad y depresión e infecciones urinarias a repetición. En su mayoría desaparecen después de retirar los implantes.
El dolor de muchas mujeres
Amada Rosa Pérez es una de las varias mujeres que ha hecho público su dolor para ayudar a más mujeres. Hace varios meses en una entrevista con Aleteia contó que se sentía como una anciana de 80 años que tenía energía solamente para las primeras horas del día, y que con cada operación para retirar implantes sentía que iba recuperando juventud.
En el mismo sentido, la periodista puertorriqueña Bárbara Bermudo también ha alzado su voz para aumentar la conciencia sobre el Síndrome de Asia. Después de cinco años enferma, sin entender qué le pasaba a su cuerpo, se explantó las prótesis y ha dicho en sus redes que «la sanidad es real».
Bárbara empezó con un ataque de diberticulitis, casi muere por una microperforación en el intestino, sufrió sinusitis crónica y llegó a pedirle a Dios que se la llevara: «No podía seguir con esa calidad de vida, yo había tocado fondo. Padecí 70 síntomas, nadie me entendía, no quería seguir viviendo… pero estoy camino a mi recuperación de la mano de Dios».
Otra de las mujeres que abandera esta misión es la actriz colombiana Angeline Moncayo, impulsora de la iniciativa @asiarecoveryoficial, quien se empezó a poner silicona a los 18 años y eso la hacía sentir completa y confiada para alcanzar su sueño de actuar. A los 25 empezó a enfermar y sus problemas aumentaron después del parto de su hija, solamente en 2020 empezó a mejorar gracias a la operación de retiro de prótesis.
Alerta
Por su parte, la venezolana Angie Pérez, también víctima de esta enfermedad, utiliza sus plataformas sociales para explicar y alertar sobre el Síndrome de Asia. Allí replica historias de mujeres como ella y ha dado detalles de todos sus padecimientos para invitar a otras a hacer lo mismo:
«Estuve más enferma que nunca en mi vida, mucho más que cuando padecí cáncer de tiroides en 2014», escribió. Hace poco contó esperanzada: «Sigo rumbo a mi recuperación total de la mano de dios y de mi familia».
Sus historias son las mismas que las de cientos de mujeres que están sufriendo el Síndrome de Asia y, aunque algunos las critiquen y aseguren que tener los pechos planos se ha vuelto una moda, no lo es. Sacar la silicona de su cuerpo es volver a la naturaleza original, por eso invitan a las niñas y jóvenes a quererse tal como son.
«Es hermoso ver cómo las mujeres están purificando sus cuerpos, templos del Espíritu Santo. El Señor hace nuevas todas las cosas, así como el hogar que tengo en este momento, mi trabajo que era mundano y ahora le sirvo a Él», asegura Juan Saldarriaga.
Un síndrome reciente
El Síndrome de Asia (aceptado en el 2019 por la FDA - Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) es un término utilizado por primera vez en 2011 por el doctor Yehuda Shoenfeld, destacada figura en el campo de la autoinmunidad, y Gamon-Levin.
Shoenfeld fundó y dirige el Centro Zabludowics para las enfermedades autoinmunes, y es presidente del Centro Médico Sheba, asociado a la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv.
En 2016, durante una entrevista en el programa científico de Radio El Microscopio y reproducida por la Revista Bioreview, aseguró que «la base del Síndrome Asia es que determinadas sustancias se comportan como adyuvantes, estimulan el sistema inmune e inducen a enfermedades autoinmunes en quienes están genéticamente predispuestos».
Los adyuvantes son sustancias que se añaden a vacunas y medicamentos para aumentar su efectividad, como el aluminio. Con el tiempo, se descubrió que la silicona para implantes de mama, en sí misma, estimula el sistema inmune y actúa como adyuvante.
Teniendo en cuenta el alto número de mujeres que utilizan la silicona por razones estéticas, el porcentaje de mujeres con Síndrome de Asia es alto, aunque sus indicadores exactos no se conocen porque no es fácil llegar a ese diagnóstico y se confunde con otras enfermedades, especialmente reumáticas. También se sabe que puede llevar a un tipo de cáncer, dado que el linfoma anaplástico de células grandes está asociado a implantes mamarios.