El documento que había entregado Gerardi a la nación era un largo informe que señalaba al Ejército guatemalteco en la responsabilidad de muertes de civiles durante el conflicto armado interno, una investigación exhaustiva y necesaria que contenía testimonios de cientos de víctimas del conflicto interno que desangró al país por 36 años (de 1960 a 1996).
El objetivo del informe "Guatemala, nunca más" era, según dijeron los obispos guatemaltecos mediante un comunicado, "permitirles (a las víctimas) expresar su dolor y sufrimiento, e iniciar un proceso de sanación, así como apoyar a las comunidades afectadas por la violencia y la lucha fratricida hacia la reconciliación".
Surgieron varias hipótesis sobre el hecho sangriento y tras la investigación fueron señaladas como sospechosas 17 personas, 12 militares y cinco civiles. Todos ellos han seguido destinos diferentes, sin embargo, queda claro que hubo motivos de sobra, por parte del ejército, para acallar la voz de monseñor Gerardi.
De hecho, el Ministerio Público planteó acusación formal por delito de ejecución extrajudicial contra el capitán Byron Lima Oliva, el coronel retirado Byron Lima Estrada y el ex especialista del Ejército Obdulio Villanueva, acusados de participar en el asesinato de monseñor Gerardi.
En el comunicado en el que los obispos de Guatemala conmemoraron los 25 años del asesinato, recordaron que el obispo auxiliar y vicario general de la arquidiócesis de Guatemala Juan José Gerardi Conedera compartió la realidad de los pueblos y, junto con sus colaboradores, hizo un aporte significativo de la Iglesia al proceso de paz, justicia y reconciliación.
Testigo de amor y solidaridad
"Por estas razones invitamos a las comunidades a mantener vivo el recuerdo de este valiente obispo, testigo de amor y solidaridad. Gracias a su testimonio, todos nos sentimos inspirados a trabajar por una Guatemala diferente, donde las atrocidades del pasado no se repitan jamás", subrayan los obispos guatemaltecos.
Jefe de la Oficina Arquidiocesana de Derechos Humanos, el compromiso de monseñor Gerardi con la defensa de los más débiles y oprimidos, especialmente las víctimas de la larga guerra civil, y con el difícil proceso de pacificación nacional, fue absoluto: compromiso que selló con su sangre.
Ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1946, fue nombrado por san Pablo VI obispo de Verapaz (en el departamento de Cobán) el 30 de julio de 1967. El 22 de agosto de 1974 fue trasladado a Santa Cruz, en Quiché, una zona conflictiva y de constantes enfrentamientos entre rebeldes y fuerzas militares.
Fue expulsado de Guatemala y más tarde pudo regresar para seguir trabajando en la pacificación del país, misma que concluyó con los acuerdos de paz de 1996. Pero una paz sin memoria no era posible. La REMHI constituyó un enorme trabajo dirigido a la reconciliación nacional.
Alcanzó a presentar el informe. Y dejó como consigna y legado el título y el deseo de que Guatemala nunca más vuelva a sufrir un conflicto como el que la bañó de sangre durante poco más de tres décadas.