En el medio de la peor crisis económica argentina en 20 años, con una inflación que reproduce en un mes cifras que en países vecinos se dan como mucho en un año, los obispos argentinos reunidos en su asamblea plenaria emitieron un comunicado «rogando a quienes poseen mayores responsabilidades que tengan la grandeza de pensar en el sufrimiento de muchos, más que en los intereses mezquinos».
Es el primer mensaje a la sociedad en un año muy especial, puesto que en agosto se pone en marcha un periplo que puede llevar a los argentinos hasta tres veces a las urnas para elegir a su nuevo presidente. Ya el mandatario Alberto Fernández confirmó que no será parte de la contienda. Tampoco lo será el expresidente Mauricio Macri. Y hace algunos meses, había descartado postularse para el más alto rango la expresidenta, hoy vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, aunque sus partidarios pugnan para que cambie de opinión.
«Día tras día vemos un pueblo que sufre»
La crisis no conoce de clases sociales. Mientras que son cada vez más los argentinos que por la inflación entran en la pobreza, y de la pobreza pasan a la indigencia y situación de calle, la clase media ve cada vez más deteriorada su condición ante, por ejemplo, alquileres que al ser renovados suben más de un 100% y no hay acceso real a crédito para la vivienda propia.
Empresarios e inversores reniegan de las dificultades para generar empleo y comercializar con dólares a un valor inestable, con una brecha del más del 100% entre un dólar oficial que no se puede comprar y las variables legales-aunque restringidas- e informales.
«Día tras día vemos un pueblo que sufre. Pesa el agobio del desencanto, las promesas incumplidas, los sueños rotos. Pesa también la falta de un horizonte claro para nuestros hijos. Angustia sentir que es cada vez más difícil poner el pan en la mesa, cuidar la salud, imaginar un futuro para los jóvenes. Se suman el miedo a salir a la calle, la violencia y la agresión generalizada. Se hace sentir cada vez más la pérdida de los valores que sostenían la vida familiar y social», escriben.
Ante este escenario, expresan que les duele «en el alma la deserción de los chicos del colegio, las aulas reemplazadas por una esquina o un rincón peligroso a la vista de madres impotentes». Y particularmente lamentan que «volvemos a olvidar que la mejor política de seguridad es la educación».
«¿Qué hicimos de nuestra patria?»
En el mensaje de los obispos no hay estadísticas ni estudios. «No pretendemos ser expertos en diagnósticos», sostienen, y aclaran: «Sólo recogemos el lamento y las lágrimas de la gente que nos encontramos en nuestros pueblos y barrios». «¿Qué hicimos de nuestra patria? A cuarenta años de la recuperación de la democracia vemos con dolor cuánto desaprovechamos las posibilidades que teníamos de construir una Argentina pujante y feliz», insisten en uno de los pasajes más crudos del mensaje.
No obstante, conscientes de que «la bronca y el cansancio no son buenos consejeros», invitaron a «seguir confiando en el camino democrático con la esperanza de que estamos a tiempo».
«Siempre es posible renacer si lo hacemos entre todos. Siempre hay camino si somos capaces de conversar y de ponernos la patria al hombro. Este es un deseo que no sabe de grietas o partidos, es de un pueblo», invitaron, evocando una expresión que en su momento popularizó el cardenal Jorge Bergoglio de «ponerse la patria al hombro».
«La gente necesita recibir propuestas concretas y realistas más que soluciones tan seductoras como inconsistentes. También espera que se sienten a escucharse y a discutir con respeto hasta encontrar puntos en común. Ansía caminar hacia un proyecto estratégico de desarrollo, que abra un horizonte de esperanza, dignidad, paz social, trabajo y prosperidad, privilegiando a los tirados al borde del camino», continúan los obispos.
«Por otro lado, de ésta no zafa nadie», expresan con contundencia. Y, siguiendo a Francisco en Fratelli Tutti (77-78), invitan a ser «parte activa en la rehabilitación y auxilio de las sociedades heridas… Es posible empezar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local hasta el último rincón de la patria».
Para hacerlo, reconocen la inspiración de muchos que ya trabajan y abogan por soluciones, e invitan a «cultivar los grandes valores de la honestidad, la laboriosidad, el respeto, el cuidado de la vida, la bondad, el servicio, la justicia. Sin ellos no habrá políticas ni proyectos que nos saquen del pozo». Aunque, hacen una nueva advertencia a la clase dirigencial: «También la actividad política debería estar cimentada en una vida austera y coherente».
Gestos desde la fe
«Nosotros como creyentes también proponemos un camino desde la fe. El Dios que nos dio la vida y nos quiere tanto puede darnos la fuerza para no bajar los brazos y seguir luchando. Porque si no actuamos hoy, dejaremos de ser protagonistas para convertirnos en espectadores fracasados», consideran los obispos que, proponen hacer «como pequeño gesto», en cada diócesis, «una misión visitando algunos de nuestros barrios donde viven los más vulnerables y abandonados».