Cuando el poeta Paul Verlaine volvió al catolicismo después de muchas andanzas, encontró naturalmente a Aquella que es reconocida y honrada como el Trono de la Sabiduría. Sobre ella escribe así en su recopilatorio Sagesse (Sabiduría, 1881).
"Es por Ella que ha querido estos dolores,
es por Ella que tengo mi corazón en las Cinco Llagas,
y todos estos buenos esfuerzos hacia las cruces y las vallas,
mientras la invocaba, Ella los ceñía a mi espalda.
Sólo quiero pensar en mi madre María,
trono de Sabiduría y fuente de los perdones".
Con versos como este sigue los pasos de la tradición que se inclina ante Aquella que sin ser la Sabiduría, lleva la Sabiduría.
Sedes Sapientiæ es una de las invocaciones de las letanías lauretanas. Así la Sabiduría es ofrecida al mundo por la Madre.
El trono de la sabiduría
Benedicto XVI precisó que la Santísima Virgen fue la primera en contemplar "la humanidad del Verbo Encarnado, la humanidad de la Sabiduría divina, que ella llevó en su seno".
"En el Niño Jesús, con el que mantenía infinitos y silenciosos coloquios, reconocía el rostro humano de Dios, de forma que la misteriosa Sabiduría del Hijo se grabó en la mente y en el corazón de la Madre".
María es por tanto el tabernáculo de la Sabiduría y Ella acoge también el don de la sabiduría infundido por el Espíritu Santo en los discípulos de Cristo. Un aliento idéntico habita el Akathiskos del siglo V atribuido a Romanos el Melodista:
"Salve, sagrario de arcana Sapiencia;
Salve, despensa de la Providencia.
Salve, por ti se confunden los sabios;
Salve, por ti el orador enmudece.
Salve, por ti se aturden – sutiles doctores;Salve, por ti desfallecen – autores de mitos;
Salve, disuelves enredos – de agudos sofistas;
Salve, rellenas las redes – de los Pescadores.
Salve, levantas de honda ignorancia;
Salve, nos llenas de ciencia superna"
Las Sagradas Escrituras no hablan directamente del Trono de la Sabiduría, pero a menudo invocan el Trono de Dios y, por supuesto, el Trono de David. Nuestro Señor reina sobre ambos, llevado por su Madre.
San Pedro Damián, leyendo el Libro de los Proverbios , reconocerá a María en este versículo:
"La sabiduría ha edificado su casa, ha labrado sus siete columnas".
San Bernardo de Claraval será el admirable cantor que aplicará a la Santísima Virgen los títulos de Domus divinæ Sapientiæ ("Morada de la Sabiduría divina") y Sedes Sapientiæ .
María será reconocida como "la primera causa participante, la más alta colaboradora" de su Hijo (De præconio).
El consejo de los santos
Esta vocación de sede de la Sabiduría es luego subrayada por muchos teólogos y santos. San Luis María Grignon de Montfort escribirá:
"Solo María fue quien, por la sublimidad de su virtud, llegó al trono de su divinidad y mereció esta bendición infinita. Ella se convirtió en Madre, Señora y Trono de la Sabiduría divina".
De ahí la gran cantidad de pinturas y esculturas que representan a la Santísima Virgen entronizada y cargando, sentado sobre sus rodillas, al Niño Jesús.
Las Vírgenes Negras , como la de Guadalupe, Loreto y Montserrat, son representaciones de esta tradición.
En palabras de santa Hildegarda, María es la Sabiduría, la Sofía, "conocedora de los caminos de Dios".
María como Sabiduría es la Esposa de Cristo y la Madre de la Iglesia. Muchos artistas religiosos la representarán coronada y aureolada, cobijando bajo su manto de misericordia las siete virtudes.
Como es natural, los Papas han recurrido al Libro de la Sabiduría para encontrar en él textos que pudieran hacer referencia a la Santísima Virgen, lo que llevó al papa san Pío X a afirmar en una Carta Apostólica:
"Lo que se dice de la Sabiduría que penetra en la mente de los hombres puede con razón también ser aplicado al culto de la Virgen: "Todo bien me vino juntamente con ella".
Un verdadero fuego artificial envuelve así a María a través de la pluma y la inspiración de los hombres de Dios respondiendo a la devoción universal de los fieles. San Agustín precisa:
"Reconocemos la Sabiduría de Dios, verbo coeterno del Padre, construyéndose una casa en el seno virginal".
María, "Filosofía de los cristianos"
Esta unión entre la Virgen y la Sabiduría invita a establecer una comparación menos conocida pero igualmente llamativa: la de María y la filosofía. e
En el siglo XIII, gran siglo del auge de la filosofía cristiana, el Padre Abad Oddon de Battle habla de la Santísima Virgen como "Filosofía de los cristianos":
"La búsqueda de la sabiduría o el amor por la sabiduría se llama filosofía. Por eso se llama a María Filosofía de los cristianos porque quien quiera encontrar la sabiduría debe volver todo su amor y celo hacia María.
Pero la verdadera Sabiduría es Cristo que se llama Sabiduría y poder de Dios. Él es, en sentido estricto y verdadero, la Sabiduría de los cristianos, porque fuera de Él no hay Sabiduría para un cristiano.
Quien quiera tener Sabiduría debe enfocarse en María. Por María llegamos a Cristo, así como al Hijo por su Madre, por la Madre de la Misericordia a la Misericordia misma".
Esta idea fue retomada en particular por Juan Pablo II en su hermosa encíclica Fides et Ratio, cuando cita al Pseudo Epifanio que llama a María "mesa intelectual de la fe" (Homilía en honor de Santa María Madre de Dios):
"Su misma vida es una verdadera parábola capaz de iluminar las reflexiones que he expuesto. En efecto, se puede entrever una gran correlación entre la vocación de la Santísima Virgen y la de la auténtica filosofía. Igual que la Virgen fue llamada a ofrecer toda su humanidad y femineidad a fin de que el Verbo de Dios pudiera encarnarse y hacerse uno de nosotros, así la filosofía está llamada a prestar su aportación, racional y crítica, para que la teología, como comprensión de la fe, sea fecunda y eficaz. Al igual que María, en el consentimiento dado al anuncio de Gabriel, nada perdió de su verdadera humanidad y libertad, así el pensamiento filosófico, cuando acoge el requerimiento que procede de la verdad del Evangelio, nada pierde de su autonomía, sino que siente como su búsqueda es impulsada hacia su más alta realización".
Bajo el signo de la razón
Plenamente habitada por la ciencia de Dios, la Virgen María no es sólo la primera Doctora de la Iglesia, sino sobre todo la inspiración que permite una comunión entre la filosofía y la teología, así como fuente de tantos conocimientos artísticos, poéticos, litúrgicos.
El mes de María no está sólo bajo el signo del florecimiento, está también bajo el signo de la razón que se inclina ante el misterio utilizando todos sus recursos para expresarlo y gustarlo.
Podemos apoyarnos sin miedo y sin timidez en este Trono de la Sabiduría para crecer en inteligencia y en fe.