A mi esposa Vida le encanta recordar las homilías de un sacerdote jesuita a cuyas misas solíamos ir unos años atrás.
Sus homilías tenían algo de especial y las escuchábamos con detenimiento. Nos mudamos de barrio y ahora tenemos otra parroquia. Pero de cuando en cuando ella menciona una de las que más le impactó y que nunca olvida.
Contaba el sacerdote de una señora asidua a la Eucaristía de la tarde. Un día se le acercó después de la misa y le comenta compungida:
"Padre, cumplo con todas mis obligaciones de cristiana. Voy a misa a diario, rezo el santo Rosario, ayudo al que puedo y aun así, me pasan cosas malas, tengo unos problemas que no sé cómo voy a resolver.
Supuestamente debiera vivir en paz, tranquila, no con estas angustias que me roban la vida".
"Ay hija, pero, ¿es que nadie te lo ha dicho? Jesús nunca dijo que por venir a misa no te iban a pasar esas cosas, sino que te iba a dar la fortaleza que necesitas para superarlo.
Dificultades y paz
Nunca te librarás de las dificultades, al menos no en este mundo. Son parte de la vida.
La paz, esa paz que nos da Cristo, es interior. La puedes poseer a pesar de tantos problemas. Si amas y confías en su Palabra tendrás paz.
Tal vez lo problemas no se van porque te ayudan a ser más humilde, aumentan tu fe, y te ayudan a ser una mejor persona. Existe un versículo de la Biblia que lo explica con claridad".
El padre nos miró a todos de reojo y continuó:
"Alguno de los presentes en esta Eucaristía sabe cuál es el versículo del que hablé a esta señora?"
Uno levantó su mano y respondió: "Eclesiástico 2".
Esto alegró al sacerdote y dijo: "Exactamente. Vamos a buscarlo en nuestra Biblia, vale la pena que todos los presentes en esta Eucaristía lo conozcan".
Abrió la Biblia y leyó:
“Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba.
Conserva recto tu corazón y sé decidido, no te pongas nervioso cuando vengan las dificultades. Apégate al Señor, no te apartes de él; si actúas así, arribarás a buen puerto al final de tus días. Aceptas todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo. Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación".
Los frutos del sufrimiento
"La Biblia", continuó el sacerdote "tiene varios versículos que nos explican por qué padecer, sufrir, tener dificultades, no siempre es tan malo como parece".
"Si es inevitable sufrir podremos darle sentido. Y no hablamos de sufrir por sufrir, sino de una tribulación ofrecida, aceptada, que da frutos de eternidad. Veamos lo que san Pablo nos dice en Romanos 5, 3-5:
"Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado".
Ahora lo sabes. El sufrimiento es parte de la vida. A nadie le agrada sufrir, es natural, pero si sufres, al menos dale sentido, ofrécelo. Pide la conversión de los pobres pecadores, la santidad de nuestros sacerdotes, las familias, los jóvenes,… hay tanto por lo cual puedes ofrecer tu sufrimiento...
Un santo solía decir: "Es mejor estar en la cruz con Jesús que mirarlo desde abajo".
Te compartiré un secreto: en los momentos de prueba a mí me gusta mucho ir al Sagrario y visitar a Jesús.
Él siempre está allí, dispuesto a ayudarnos, fortalecer nuestras almas, brindarnos consuelo.
¡Ánimo! Sé paciente y ora mucho. Ten fe. ¡Dios te bendiga!