Este 5 de mayo, la Organización Mundial de la Salud anunció el fin de la emergencia sanitaria a nivel internacional desatada por la pandemia del coronavirus. No obstante, la lucha contra el virus -que cambió la manera de vivir de millones de personas alrededor del mundo en los últimos tres años- aún no ha llegado a su fin.
En efecto, a pesar de que continúan las dudas sobre la evolución del coronavirus y posibles nuevas variantes, a lo largo de estos años se han contabilizado a nivel oficial 6.9 millones de muertes. Y América Latina ha sido uno de los continentes más afectados.
En el caso de Perú, la pandemia de coronavirus ha dejado más de 200.000 personas fallecidas. Sin embargo, a pesar del dolor generado durante todo ese tiempo, desde diversas organizaciones vinculadas a la Iglesia lo único que se hizo fue estar al lado de los más vulnerables y ofrecer esperanza en cada momento.
Precisamente, de la mano del «brazo social» de la Iglesia, Cáritas, se ha destacado el ejemplo de ayuda en los momentos más difíciles, como ha acontecido con la crisis del coronavirus.
«Perú ha sido uno de los países más impactados por la crisis sanitaria y esto nos ha afectado a todos, especialmente a los que ya vivían en una situación de precariedad, vulnerabilidad y exclusión. A partir del 2020, debido a la pandemia, se organizaron alrededor de 2200 ollas comunes solo en Lima para que comunidades enteras puedan luchar contra el hambre», recuerda Cáritas Lima a través de su sitio web.
Una potente red solidaria
Pero el trabajo de Cáritas va mucho más allá de crisis puntuales, pues su accionar es en todo momento y lugar.
Más acá en el tiempo, tal cual recuerda la propia Arquidiócesis de Lima, durante el llamado urgente a la solidaridad debido a las lluvias y huaicos (desplazamientos de tierra), más de 70 parroquias se sumaron a la convocatoria a favor de las personas damnificadas para ayudarlas con víveres y donativos.
«Este esfuerzo humano no solo representó un desafío logístico para convertir las parroquias en centros de acopio, también nos recuerda que la Iglesia se moviliza y es promotora de una gran red de solidaridad y hermanamiento», señala un pasaje de la nota difundida por la Arquidiócesis de Lima.
El encargado de reafirmar esto con su testimonio –principalmente en cuanto a poner la mirada en los más necesitados- fue el propio arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo, quien afirmó lo siguiente:
«Frente a la gravedad de los problemas que afligen a las familias y personas más vulnerables, la labor de Cáritas nos recuerda que la indiferencia o el individualismo no son el camino. Nos dice que nos necesitamos todos y nos debemos ayudar los unos a los otros».
Ayuda humanitaria multiplicada
Todo esto ha posicionado a Lima como un ejemplo de potente red solidaria a nivel de parroquias, algo digno de observar en diversas partes de América Latina donde las crisis –políticas, sociales, económicas, sanitarias y hasta catástrofes naturales- suelen ser recurrentes. Los datos de alguna manera avalan todo esto.
Hasta el momento, según informó la propia Arquidiócesis de Lima, han sido más de 140 toneladas de víveres, kits de aseo y frazadas para más de 9.300 personas en Perú. Pero esto, se subraya, «no hubiese sido posible sin la participación activa de nuestros sacerdotes, agentes pastorales, jóvenes voluntarios y familias enteras que, semana a semana, contribuyeron con sus donaciones de manera desinteresada».
En cuanto a reportes proporcionados por Cáritas Lima, se continúa, cerca de 80 comunidades religiosas (entre parroquias, colegios y congregaciones) acudieron al Arzobispado de Lima para entregar sus donativos.
«Esta red de hermanamiento se convirtió en un solo cuerpo que, conformado por distintos miembros, cada uno y sus distintos dones, son la base de nuestra labor solidaria», agregó Cáritas.