Antes de que la Argentina existiese como tal, antes de que el virreinato del Río de la Plata hubiese sido creado, el convento de Santo Domingo ya era un centro de oración y evangelización importante para La Rioja.
El convento, señalado como uno de los más antiguos de la Argentina, cumple este mayo 400 años de historia. Se trata de un emblema arquitectónico y referencia espiritual para esta provincia occidental.
Reconocido por las piedras en las paredes que caracterizan a su fachada, da cuenta de la importancia religiosa de la Orden de los Predicadores para la zona. El primer misionero llegado hasta estas tierras, a mediados del siglo XVI, era de hecho un dominico, el padre Alonso Trueno. Pero no fue hasta varios años después, luego de fundada la ciudad de La Rioja, que los dominicos se asentaron definitivamente.
Monumento Nacional
El templo comenzó a ser ideado en 1603, y con mano de obra de pueblos originarios fue inaugurado el 13 de mayo de 1623, datación identificada en el dintel de la entrada del templo, tallada en madera. Concluido en 1648, se trata de uno de los pocos templos aún en pie del siglo XVII en la Argentina. Al punto que fue declarado Monumento Nacional en 1931, previo incluso a una importante refacción en la década de los 60.
Está ubicada en el casco histórico riojano, a una cuadra de la Plaza 25 de Mayo, en la esquina de Pelagio Luna y Lamadrid. La zona, más allá de la importancia histórica, y algunas edificaciones, está rodeada por comercios y residencias.
Edificación contemporánea a la Basílica de San Pedro en Roma, cuenta con una sola nave, larga y angosta, con anchos muros de calicanto y puerta de algarrobo, testigos de su fundación que fueron siendo complementados con distintas restauraciones y mejoras. Es la única edificación colonial que sobrevivió al terremoto de 1894. De esos tiempos se conservan además ornamentos y una cruz procesional de 1671.
La presencia dominica continuó a lo largo de los siglos, con algunas interrupciones y distintas dependencias, hasta 2019, año en que el obispado local asumió la atención del convento por una reorganización nacional temporal que está emprendiendo desde entonces la Orden de los Predicadores.
Pero como la propia diócesis recuerda, más allá de que los sacerdotes dominicos siguen cerca y de hecho participaron de las celebraciones, los propios fieles laicos dominicos mantienen viva la impronta predicadora inspirada por Santo Domingo.
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La edificación y la vivencia de la fe
Durante la celebración por los 400 años, que coincidió con la celebración de la Virgen de Fátima, el obispo de La Rioja, monseñor Dante Braide, comparó la edificación con la propia vivencia de la fe:
«Este templo, construido literalmente de piedras, nos da una clara visión de esta comparación. Cada piedra tiene un lugar único que, con las demás forman esta Casa, en la que todos ahora estamos reunidos como piedras vivas, con un único y propio lugar. Tomar conciencia de la dimensión sinodal de la iglesia tiene ver con esto, todos los bautizados tenemos un lugar en ella. Cada uno tiene una misión propia y algo para aportar para el bien de los demás».
