El pontífice elogió el "testimonio de consistencia" del jesuita italiano, "una fuente de inspiración duradera no sólo para cualquier relación entre la Iglesia católica y China, sino también entre la cultura occidental y la cultura china".
Después de San Francisco Javier o San Pablo, el Papa Francisco continuó su ciclo de enseñanza sobre el "celo misionero" presentando el testimonio del jesuita italiano Matteo Ricci (1552-1610), el primer misionero católico autorizado a vivir en la China Imperial. El pasado 17 de diciembre, el pontífice había aceptado la publicación de un decreto del Dicasterio para las Causas de los Santos que le otorgaba el estatus de venerable, el primer paso para ser reconocido como santo por la Iglesia.
El obispo de Roma recordó el entusiasmo con el que Matteo Ricci, un joven sacerdote de la Compañía de Jesús de Macerata en Italia, había pedido ser enviado a China a pesar del fracaso de san Francisco Javier y otros veinticinco jesuitas. Para tener éxito, Ricci se armó de "perseverancia y paciencia, impulsado por una fe inquebrantable", aprendiendo el idioma, estudiando las costumbres y esperando dieciocho años antes de regresar a Beijing.
Al disfrazarse de intelectuales chinos y ganarse el respeto de los locales con su gran conocimiento científico, Matteo Ricci supo "inculturar" la fe católica "de manera similar" a la de los Padres de la Iglesia de los primeros siglos, subrayó. el Papa Francisco. "Siempre siguió el camino del diálogo y la amistad", dijo, y contribuyó así a "un fructífero encuentro entre la cultura y la ciencia de Occidente y Oriente".
Pero, subraya el pontífice, el prestigio que ha conquistado Matteo Ricci en China "no debe oscurecer la motivación más profunda de todos sus esfuerzos: el anuncio del Evangelio". Explicó que fue "su completa falta de interés en los honores y las riquezas" y su estilo de vida humilde y caritativo lo que llevó a muchos chinos a convertirse después de él.
Matteo Ricci "es grande sobre todo porque fue coherente con su vocación, coherente con su voluntad de seguir a Jesucristo", insistió Francisco, afirmando que la coherencia fue el rasgo común de todos los grandes evangelizadores, por ejemplo san Pablo. "Puedes recitar todas las cosas en las que creemos, si tu vida no es coherente, es inútil", martilleó.
Apóstol de la inculturación y de la coherencia, Matteo Ricci es, según el pontífice, un precursor de la visión misionera llevada a cabo por el Concilio Vaticano II.