El Evangelio narra que Jesús habla a Nicodemo del misterio de la Trinidad. Dios Padre, por su amor a los hombres, envía a su Hijo, el Redentor, para que los que lo reciban nazcan de nuevo del Espíritu. Estos son los tres Nombres de Dios: Amor, Redentor, Dador de vida.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna.
Nicodemo era un fariseo que conocía las Escrituras y reflexionaba sobre ellas, pero se acercó a Jesús por la noche para hablar de las preguntas que le preocupaban. ¿Quién puede salvarse? En respuesta, escucha que Dios es ante todo un Padre, no un juez severo. Le importan los seres humanos; le importan todos los seres humanos, en todas las partes del mundo.
Amor
"Dios es amor", leemos en la carta del Apóstol san Juan. Y esta es la descripción más breve y acertada de Dios. Así pues, el Nombre de Dios es Amor.
Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él.
Redentor
El nombre de Jesús es Redentor. Jesús, o Yeshua en hebreo, viene de la palabra hebrea 'yasha', que significa salvar. Dios nos envió a Jesús para que tuviéramos la salvación, es decir, la liberación del pecado, la reconciliación y la vida de Dios en nosotros. Más aún, una vida feliz que nunca tiene fin.
El que cree en él no será condenado.
Dador de vida
Jesús le dice a Nicodemo que hay que creer en Él, el Salvador. Entonces una persona puede nacer del Espíritu. Antes, le dice que "el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". El Espíritu, o 'Ruah' en hebreo, es el aliento que da vida. El Espíritu Santo es el Dador de Vida.
Trinidad
La Trinidad es, pues, misterio de amor, de salvación y de vida. Dios es muy práctico: se preocupa por el bienestar del hombre. ¿Doy gracias a Dios Nuestro Señor por su protección paterna, por el don de la salvación, por la vida que me da? Reza esta oración con una gratitud especial:
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos. Amén