¡Milagro, milagro, milagro, milagro! Esta fue la señal que se emitió desde la selva del Amazonas, en Colombia, y resonó por todo el mundo, al anochecer del pasado 9 de mayo.
Esas palabras eran la clave acordada por los grupos de búsqueda para confirmar el hallazgo con vida de cuatro niños del pueblo indígena huitoto que se habían perdido luego de sobrevivir a un accidente de aviación en el que falleció su madre.
Lesly, de 13 años; Soleiny, de 9 años; Tien Noriel, de 4 años, y Cristin Neriman, de un año, caminaron solos durante 40 días por una selva impenetrable, inexplorada, húmeda, en la que los árboles no dejan ver el sol y llueve casi a diario. Es el hogar de la anaconda y el jaguar, así como de decenas de plantas venenosas. No tenían alimentos. Lo que sí tenían, especialmente la niña mayor, eran conocimientos de la misma selva, heredados de sus ancestros. Que hayan sido encontrados con vida es un verdadero milagro.
«Yo agradezco mucho a la Madre Tierra que los soltaron. A la familia, a todas aquellas personas me decían ‘Fátima, estamos haciendo oración´. Yo también, les dije, no bajemos la guardia. Y así fue. Dios es muy grande». Esto dijo Fátima Valencia, abuela materna de los niños, luego de conocer la noticia que esperaban confiados.
A pesar del dolor por haber perdido a su hija, Fátima y Nicanor Mucutuy, al igual que el resto de la familia -y el país entero-, siempre mantuvieron la esperanza de recuperar con vida a sus cuatros nietos. Los niños llegaron con picaduras de insectos, deshidratados y con desnutrición, así como afectados psicológicamente. Sin embargo, la familia confía en que la atención médica que les está brindando el gobierno les va a permitir recuperarse pronto.
Huyendo de la guerra
Los cuatro menores viajaban con su mamá, Magdalena Mucutuy, desde Araracuara, una población en el extremo sur del país, a la que solo se puede llegar por aire o por río. Debieron salir de la zona por las amenazas que les habían hecho grupos guerrilleros disidentes, que no se acogieron al proceso de paz, y por ello tomaron una avioneta el pasado primero de mayo, que los llevaría a San José del Guaviare.
Huían de los peligros de una guerra que no termina y se encontraron con otro peligro mortal: una falla técnica en el monomotor que los llevaba. Los tres adultos -piloto, copiloto y la mamá- fallecieron. En las últimas horas, el padre de los niños menores informó a la prensa colombiana que Magdalena estuvo cuatro días con vida, durante los cuales sus hijos permanecieron con ella. Luego les dijo que siguieran, seguramente sabiendo que ella no tenía opción de vivir.
Fue solamente a mediados de mayo cuando ubicaron la avioneta y los cuerpos de los tres adultos; de los niños no había rastro. Empezó entonces la Operación Esperanza, a cargo de las Fuerzas Armadas, a la que se sumaron unos 70 miembros de organizaciones indígenas del Amazonas.
Los militares tenías los conocimientos técnicos, equipos y herramientas de avanzada tecnología. Los indígenas tenían los saberes ancestrales, una profunda espiritualidad y el conocimiento profundo de la selva amazónica. La cooperación y el respeto por lo que cada uno sabía, fueron claves.
El grupo los buscó día y noche en las selvas del Yarí, en un territorio de más de 1200 kilómetros entre los departamentos de Caquetá y Guaviare. Desde el aire les lanzaron kits de supervivencia, instalaron luces y hacían sonar una grabación en la que la abuela les daba ánimos y recomendaciones para ser encontrados.
Las huellas y los hallazgos que iban apareciendo, les daban ánimos: un biberón, un pañal de bebé, algunas frutas mordidas, unas tijeras y rústicos cambuches les indicaban que los niños seguían con vida.
Wilson, otro símbolo en la selva
En medio de la búsqueda incansable, uno de los perros de ayuda, Wilson, se ha convertido en otro símbolo. Es un pastor belga entrenado para estos casos, que desapareció extrañamente:
«Después de que su guía le da la orden de que se meta selva adentro a buscar y no vuelve. Fue muy extraño porque el perro está entrenado para eso, para meterse en profundidad y volver donde su amo», contó a revista Semana el coronel Gustavo Narváez Orozco, comandante de regimiento Fuerzas Especiales.
En un par de ocasiones posteriores lo vieron, pero el perro se mostró atemorizado y huyó. Inclusive cuentan que se veían huellas del perro junto a pisadas de los niños, lo que indicaría que estuvo con ellos durante su caminar por la selva. Hoy, un grupo de 20 militares sigue buscando a Wilson, al que muchos califican de héroe.
Los niños fueron hallados en un lugar por el que habían pasado varias veces: «Es un misterio. Nos sorprende a todos. Es una zona que nosotros trillamos, y en esa área no hay cuevas, ni selva espesa, ni nada que no hubiésemos registrado», contó un soldado a revista Semana.
«Un verdadero milagro de la vida»
«La fe nos ha puesto en el camino que lo queríamos. Aquí están los cuatro niños, en nuestra mano, con vida. Gracias a Dios. Dios nos ha bendecido». Estas fueron las palabras de uno de los indígenas, a quien se ve emocionado en el video que circula en redes sociales, con las primeras imágenes después del encuentro con los pequeños.
Por su parte, el general Pedro Sánchez, comandante del Conjunto de Operaciones Especiales del Ejército, quien lideró a los más de 300 uniformados, se mostró feliz, aunque en algunos momentos sintió incertidumbre y e impotencia.
«La fe mueve montañas, se puede lograr cuando se cree, la persistencia permite alcanzar lo que uno sueña, que cuando trabajamos unidos podemos llegar lejos… Sentí, por un lado, una paz en el alma por haber hecho lo correcto, de no haber desfallecido a pesar de lo adverso que era encontrarlos y de la impotencia que sentimos», dijo a los medios colombianos.
Por su parte, el arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda, confió en que «sea un momento para pensar en la vida, para agradecerle al Dios de la misericordia que llena la Tierra y a todas las personas que hicieron posible la búsqueda y el hallazgo… que de una u otra manera colaboraron con oración, con trabajo efectivo para que se lograra el hallazgo de los niños. Es un verdadero milagro de la vida y agradecemos al Señor».
Un signo para defender la vida
El arzobispo agregó que este «es un signo para toda Colombia para que luchemos, defendamos la vida en todas sus etapas, desde el vientre materno hasta la muerte natural».
Finalmente, los indígenas aseguran que los niños estuvieron siempre cuidados por la misma selva y lograron sobrevivir porque aprendieron de sus padres a cazar y recolectar frutas y saben qué es bueno y qué no de la selva.
Miguel Romario, integrante de la Guardia Indígena, dijo al periódico El Tiempo que antes de iniciar la búsqueda pidieron permiso a la madre naturaleza. Nosotros manejamos una inteligencia espiritual. Primero nos sentamos en la noche y por medio de nuestras plantas medicinales, el tabaco, el mambe y el yagé, logramos encorralar espiritualmente.
De cualquier forma, los cuatro hermanos siempre estuvieron arropados por Dios a pesar de las difíciles circunstancias del accidente y la pérdida de su mamá en una selva inhóspita y peligrosa. Sus vidas son hoy un milagro.