¿Qué se esconde detrás de los muros de un convento? ¿Cómo es el día a día de las monjas y los monjes que han dedicado su vida a Dios? ¿Qué les mueve a seguir esta forma de vida tan singular y exigente? Estas son algunas de las preguntas que muchos se hacen al contemplar la realidad del monacato, una realidad que a menudo desconocemos o idealizamos.
La comunidad de monjas del Monasterio de Santa María de Carbajal benedictinas de León, nos abrirán las puertas de su casa, compartiendo su testimonio de fe y vocación, con dos encuentros digitales por zoom el 25 de junio y el 2 de julio a las 17,30. En ellos se podrá conocer a las hermanas, sus historias personales, y hacerles preguntas. También presentamos nuestras actividades, el día a día, que, para la mayoría de la juventud, actual es totalmente desconocido y no se puede optar por la que no se conoce.
“En la actualidad somos 13 monjas benedictinas. Nuestro monasterio está situado en la ciudad de León. Nuestra vida se organiza en torno a la oración, el trabajo y la vida de comunidad. En cuanto a la oración, la principal es de alabanza”- cuenta para Aleteia la madre Ernestina.
Ora et labora
La vida del convento se rige por el lema benedictino "ora et labora", es decir, ora y trabaja. Las monjas se levantan a las cinco de la mañana para rezar las primeras horas del oficio divino, que es la alabanza a Dios que realizan a lo largo del día siguiendo el ritmo de las horas canónicas. Después desayunan y se dedican al trabajo manual, les permite sostenerse económicamente.
A las diez vuelven a la iglesia para celebrar la eucaristía, el centro de su vida espiritual. Luego tienen un tiempo libre para leer, estudiar o descansar. A mediodía rezan el ángelus y comen en el refectorio, donde guardan silencio mientras escuchan una lectura espiritual. Por la tarde continúan con el trabajo manual hasta las cinco, cuando rezan las vísperas. Después cenan y tienen un tiempo de recreo, donde pueden conversar entre ellas y compartir sus experiencias. A las nueve rezan las completas y se retiran a sus celdas para dormir.
“Como respuesta a jóvenes con inquietudes vocacionales que se ponen en contacto con nuestra comunidad, ofrecemos la posibilidad de conocer nuestra vida cotidiana mediante un encuentro online. Las dificultades de los desplazamientos se ven así superadas”- comenta madre Ernestina.
Una llamada personal
Las monjas que viven en el convento han sentido una llamada personal de Dios a seguirle más de cerca en esta forma de vida. Cada una tiene su propia historia vocacional, pero todas coinciden en que fue un proceso gradual, donde fueron descubriendo poco a poco el amor de Dios y su voluntad para ellas “Creemos que hay jóvenes que están buscando el sentido de su vida en la dimensión espiritual y queremos ofrecer un espacio de acogida y escucha a sus inquietudes”- dice la madre Ernestina.
Para ingresar en el convento hay que pasar por varias etapas: el postulantado, el noviciado, la profesión temporal y la profesión solemne. En cada una de ellas se va profundizando en el conocimiento de la regla benedictina, que es la norma que rige la vida monástica, y en el compromiso con los votos de castidad, pobreza y obediencia.
Un testimonio para el mundo
La vida del convento es un testimonio de fe y de vocación para el mundo. Las monjas son signo de la presencia de Dios y de su amor incondicional. Con su oración y su trabajo sostienen a la Iglesia y a la humanidad. Con su alegría y su paz irradian la esperanza del Reino. Con su fidelidad y su entrega muestran la belleza de la vocación cristiana.
“El deseo de compartir con las jóvenes nuestra vida procede de la alegría con la que vivimos nuestra vocación y que nos gustaría que también ellas pudieran experimentar. Nos gustaría, por tanto, que estos encuentros fueran verdaderamente beneficiosos para chicas que buscan a Dios y están esperando con ilusión un camino nuevo que les haga vivir con sentido y esperanza”-madre Ernestina
Dar a conocer la vida cotidiana del convento es una forma de despertar el interés y la admiración por esta forma de vida, que sigue siendo válida y necesaria en nuestro tiempo. También es una forma de animar a las jóvenes que sientan la llamada de Dios a seguir este camino, que no es fácil, pero que es pleno y feliz.
Mediante su presencia en las redes, las personas pueden conocerlas y compartir con ellas sus preguntas, ya experiencia en el mundo digital y en los últimos años dos jóvenes se han acercado a su monasterio al conocernos gracias a las redes sociales.