No todas las personas del mundo tienen la bendición de probar un bocado tres veces al día; por eso, el autor Raoul Follereau nos invita a hacer una reflexión que bien puede movernos la conciencia. (Si Cristo mañana llamase a tu puerta… Editorial Misiones Culturales de B.C., A.C. 1984).
¿Has comido hoy por la mañana?
«Yo, esta mañana he comido. Desde luego, no hay nada más corriente, más vulgar. A mediodía, y luego a la noche, comeré como todo el mundo… ¿Qué dices? Todo el mundo: ¿es que no come todo el mundo? Así parece: me lo han dicho. Cosa triste, por supuesto. ¡Ah! no estamos en el Paraíso... Pero hay que saber aceptar el propio destino: no hay nada que hacer, ¿verdad?, no hay nada que hacer».
Yo, esta mañana he comido
«Ellos, seguramente, no han comido. Pero yo, ¿qué puedo remediar? Por más que quisiera, yo no puedo, con mi parte -modesta parte-, alimentar al mundo, a todos los que tienen hambre en el mundo.
...Le molestan a uno sin cesar… como si no tuviera ya bastantes preocupaciones. Además, estoy tan ocupado en mis asuntos…
Por añadidura, son unos desconocidos…
yo, yo, YO. Esta mañana, yo he comido».
Es verdad. No solucionaremos el hambre mundial, pero podemos buscar a una persona con quien compartir algo de nuestro pan diario. Ese acto haría mucha diferencia.
Pidamos sinceramente a Dios que nos ayude a vencer la apatía cotidiana hacia los más necesitados.