La acelerada vida actual deja poco espacio para estar a solas y en silencio con uno mismo, así es que uno de los pocos lugares en donde se puede estar tranquilo es en la iglesia. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha perdido también la costumbre de respetar ese lugar de oración, quizá porque nadie se atreve a pedir a quien está hablando que baje la voz.
No obstante, la experiencia nos enseña que permanecer en silencio nos permite interiorizar nuestro pensamiento y prepararnos para escuchar la voz de Dios que nos quiere hablar. Quien haya asistido a algún retiro espiritual sabe que lo importante es olvidarse del exterior para ahondar en lo interno. Lo mismo debe ocurrir cuando vamos a la iglesia a encontrarnos con Dios.
El silencio dispone para la oración
El Papa Benedicto XVI comentaba en una de sus audiencias que «la oración de Jesús nos indica que necesitamos detenernos, vivir momentos de intimidad con Dios, "apartándonos" del bullicio de cada día, para escuchar, para ir a la "raíz" que sostiene y alimenta la vida». (Audiencia general, 7 de marzo, 2012). Esto lo comentó a propósito de los episodios evangélicos en los que el Señor Jesús, en muchas ocasiones, buscaba alejarse de las multitudes para orar.
Y para lograrlo, es necesario estar sin distracciones; dejar el celular guardado, o mejor no llevarlo, porque seguro surgirá la tentación de verlo, o sonará inoportunamente, interrumpiendo el diálogo con Jesucristo. Además, será un pretexto para volver a la realidad y terminar de golpe la oración, que, dicho con palabras sencillas, es la ocasión perfecta en la que podemos entablar una profunda relación con Dios.
Si vas a platicar, que sea con Dios
Es importante recordar que en la iglesia se encuentra el sagrario, lugar donde se reserva el Santísimo Sacramento, por lo tanto, es un sitio sagrado donde las personas van a ponerse a los pies del Señor para rogar, dar gracias, alabar y pedir perdón. Por eso, no es correcto platicar con nadie que no sea Dios. Aunque lo hagamos en voz baja, lo ideal es respetar a los demás y dejar la charla para cuando salgamos.
Es muy recomendable rescatar este espacio sagrado, recordando, cada vez que entremos en un templo, que a Dios se le escucha en el silencio.