Cuando escucho esta pregunta, provoca en mí varias reacciones bastante diferentes, y pienso, ¿por qué hacerla? ¡La respuesta es tan obvia! Es mañana y tarde, mediodía y noche, en fin, todo el tiempo. ¿No es eso lo que Jesús nos enseñó al invitarnos a orar sin cesar? Primera paradoja. Primer lugar de culpa, primer lugar de tensión.
Es verdad, ¿cómo podemos obedecer este mandato de Jesús que nos pide, al mismo tiempo, que asumamos nuestras responsabilidades, que trabajemos, que cuidemos de nuestra familia, de los demás y también que nos relajemos? Dios es nuestro creador y padre. Somos llamados como criaturas e hijos de Dios a dar a nuestro Padre lo que le corresponde.
Pero, ¿a qué se debe esto, en realidad? ¿No dice San Ignacio que el hombre fue creado para alabar, venerar y servir a Dios? Esto todavía no responde completamente a nuestra pregunta. Es bueno, para no preocuparnos demasiado, que la Iglesia, la escuela de su Maestro, nos indique los grandes principios que deben permitirnos honrar nuestra relación con Dios. Confiar nuestro día a Dios por la mañana, dar gracias y pedir perdón a Dios por la noche. Esto es lo que el Espíritu nos impulsa a hacer en lo profundo de nuestro corazón. Así que no tenemos que elegir entre la mañana y la tarde. Dios nos espera por la mañana y por la tarde.
¿Cuánto tiempo hay que orar?
La sabiduría y la experiencia de la Iglesia nos dan la dirección. Cinco minutos por la mañana, cinco minutos por la tarde. Para los que aún no han tomado este hábito, un padrenuestro y un avemaría por la mañana, de rodillas a los pies de la cama, y por la noche un poco más, para agradecer y pedir perdón. Lo importante con Dios es no sentirte culpable todos los días porque no te sientes a la altura.
Que haya pereza en nuestra vida espiritual es una cosa; que todos los días sintamos que no estamos a la altura no es bueno. Además, es un verdadero desafío para los sacerdotes instar a los fieles a orar sin que esta predicación los lleve a sentirse aún más culpables.
Escuchar a Dios por la mañana, acción de gracias por la tarde
Entonces, si la pregunta era sobre saber cuándo es el mejor momento para dedicar tiempo a Dios, la respuesta es bien simple: por la mañana si es escuchar a Dios lo que queremos privilegiar, por la tarde si queremos tomar un tiempo para releer y dar gracias. En efecto, rezar por la mañana permite tener una disponibilidad de corazón y de mente que es más difícil de tener por la tarde. Aunque no siempre estemos bien despiertos, experimentamos alegría y emoción al dar este primer momento del día a Dios. Al nutrirnos de la Palabra de Dios, le damos la oportunidad de iluminarnos sobre lo que nos toca vivir durante la jornada.
Orar con la Palabra de Dios
Orar es bueno, orar con la palabra de Dios es aún mejor. Esto nos permite fortalecer nuestra relación con el Señor, escuchando lo que nos dice a través de su palabra viva. Es bueno terminar la oración de la mañana con una resolución. Quince a veinte minutos por la mañana parece mucho, pero quienes lo experimentan saben su valor. Además, si nos mantenemos fieles a esta oración matutina, tendremos un motivo que nos puede ayudar a acostarnos más rápido por la noche.
Por la noche es una historia diferente. Es más simple y más corto. Por supuesto, siempre habrá excepciones. Es bueno de vez en cuando dedicar las tardes a Dios. Tarde de oración, de adoración. Da nuevo impulso a nuestra vida espiritual y por lo tanto a nuestra vida cotidiana.
Si volvemos a la pregunta inicial, la respuesta es sencilla: hay que orar por la mañana y por la tarde. El tiempo que le dediquemos es otra historia. Pero, sobre todo, no nos sintamos culpables.