El reconocido sacerdote jesuita, Jorge Loring Miró, vivió una maravillosa vida, confiando plenamente en Dios y en su providencia, lo que compartió con los fieles a los que le tocaba atender; y después, en la era del internet, con el mundo entero, gracias a lo cual ha quedado el valioso material de sus numerosos libros, conferencias y programas de televisión.
En su libro de Anécdotas de una vida apostólica, el P. Loring narra un prodigio de la confianza en el poder de Dios y de la intercesión de María Santísima, en su advocación de Fátima. En el relato, el padre dice que uno de los días en que estaba en la factoría naval de Matagorda ocurrió un grave accidente de trabajo. Una pieza de una grúa cayó sobre dos hombres que, casualmente, eran hermanos. Uno murió y el otro quedó herido de gravedad.
1La mujer que quedó ciega
Cuando iba a visitar al herido a la clínica de San Rafael, en Cádiz, conoció a su mujer y a su suegra. Mientras que él se esforzaba en consolarlas, la suegra le dice: «Padre, nosotros tenemos mucha fe, porque a mí la Virgen me curó los ojos». El padre menciona que no esperaba escuchar nada excepcional, sin embargo, el sacerdote comenta que «quedó de piedra», ante el testimonio que resultó impactante.
La mujer le cuenta entonces que vivían en un cortijo en la carretera de El Portan en el puerto de Santa María. No tenían luz eléctrica y se alumbraban con candiles de carburo. Un día se le reventó en las manos el candil y le quemó los ojos, quedando ciega. La hija de la mujer confirmó lo dicho: «tenía los ojos como los de una pescadilla frita».
Continuó el relato diciendo que tenían que llevarla a curar al Hospital de la Seguridad Social de Cádiz, donde la atendía el Dr. Pérez Llorca. Un día, dijo la hija al médico: «Dígame si lo de mi madre tiene solución, pues estamos gastando en taxis un dinero que no tenemos, y si no tiene solución, lo dejamos y no venimos más». El médico respondió: «Siento decirle que lo de su madre no tiene solución. Esta ceguera es irreversible». El padre Loring continúa con el relato de la mujer: «Mire, Padre, cuando yo le oí decir al médico que nunca más podría ver a mis hijos, me entró una pena y un dolor que yo no tenía consuelo». La metieron en un taxi y se la llevaron a casa.
2La invocación a la Virgen de Fátima
Y continuó la mujer: «Estando yo en la cama, me acordé de la Virgen de Fátima, que entonces estaba recorriendo España, haciendo milagros. Y le dije con toda mi alma: ‘Madre mía Santísima, tú que eres tan milagrosa, que yo pueda volver a ver’. Al decir aquello sentí como un fuego que se me subía a la cabeza, como un fuego que se me salía por los ojos, y grité a mi hija: ‘¡Que yo veo! ¡Que veo luz!’».
Continúa el padre: «Viene la hija, le quita los esparadrapos, y tiene los ojos como nosotros. Cogen un taxi y se van a ver al médico. Cuando el Dr. Pérez Llorca ve entrar, a las tres de tarde, a aquella mujer con los ojos curados, que él, a las doce, había diagnosticado como ceguera irreversible, repetía: ‘Esto no tiene explicación. Esto no tiene explicación’. La curación fue tan perfecta que ya no tuvo que emplear más las gafas que antes usaba».
Al padre le pareció un caso tan extraordinario que mandó hacer una acta notarial para que constara la historia. Se dedicó a buscar testigos, y providencialmente, encontró hasta al taxista que la llevaba a las consultas.
3Peregrinación a Fátima
Para dar un final feliz al prodigio, el padre Loring cuenta que llevó personalmente el acta notarial al Obispo de Fátima, con una peregrinación que salió desde Cádiz, para que constara en los archivos de los favores y milagros que Dios ha hecho por medio de la Virgen de Fátima. Y a partir de ese momento, Manuela Cortés Colmillo, nombre de la mujer protagonista de este relato, continuó su vida normal hasta que le sobrevino la muerte el día 16 de julio de 1974.