Cuando se habla de los santos se puede tener la impresión equivocada de que se trató de personas especiales que andaban entre nubes, siempre con las manos juntas y viendo hacia el cielo; incluso ajenos a los problemas de los demás, como viviendo en otra dimensión, pero con su cuerpo en la tierra. Esta caricatura ha sido difundida en los medios de comunicación, sin entender que ellos fueron personas comunes y corrientes, que nacieron y crecieron en una familia y se enfrentaron con alegrías y dificultades, como cualquiera de nosotros.
La diferencia es que ellos decidieron seguir a Jesús y entregarle sus vidas, aceptando todo lo que venía de Él, por lo tanto, a veces les iba muy bien, pero otras no; sin embargo, siempre creyeron en las promesas del Señor y fueron fieles hasta el final de sus días. Y, entre esas situaciones no tan agradables, estuvo la aridez espiritual.
¿Qué es la aridez espiritual?
El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a la aridez como sequedad, explicando que es un obstáculo para los que quieren orar sinceramente:
«Forma parte de la oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. 'El grano de trigo, si [...] muere, da mucho fruto' (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf Lc 8, 6. 13)» (CEC 2731).
Se trata, pues, de una situación espiritual en la que la persona siente que su oración no tiene caso, sintiéndose desanimada, sin saber qué hacer para remediarlo, pero sintiendo necesidad de Dios y creyendo que Él no escucha. Sin embargo, Dios permite estos momentos para que la persona no se estacione en la comodidad, sino que busque otras ayudas que lo devuelvan al camino y a la búsqueda más intensa de Dios, confiando plenamente en Él y abandonándose plenamente en sus manos.
¿Qué hacer para vencer la aridez espiritual?
Es difícil entender cómo los santos la vencieron, pero la respuesta la ofrece el mismo Catecismo: "Las dificultades principales en el ejercicio de la oración son la distracción y la sequedad. El remedio está en la fe, la conversión y la vigilancia del corazón (CEC 2754)".
Además, hay que pedir al Espíritu Santo que nos ayude, pues las tentaciones para dejar de orar son muchas, las distracciones abundan, la pereza nos invade, la falta de fe nos ronda, pero lo más importante es no perder de vista que Dios siempre está con nosotros porque nos ama, por ello es indispensable acudir a los sacramentos y rogar a la Santísima Virgen María que sea nuestra compañera en el camino para vencer en todo los obstáculos que se nos presenten.
Nunca olvidemos que nuestro Señor Jesucristo nos hizo una promesa: Él nos dará a beber agua viva y nunca más volveremos a tener sed (Jn 4, 14).