El día de muertos es una fecha muy esperada en México, donde se celebra una fiesta llena de color y luces para recordar a las personas que ya partieron de este mundo. Y al mismo tiempo, la Iglesia católica conmemora también a los que han retornado a la Casa del Padre, haciendo una celebración especial por ellos. Para conocer la diferencia entre ambas fiestas, Aleteia entrevistó al Pbro. José Natanael Torres García, estudiante del Colegio Mexicano en Roma.
Día de los muertos
El padre Natanael comenta que en México prevalece un respeto reverencial por la muerte que se ha expresado a lo largo de los siglos por medio de actos rituales, simbolismos, arte, literatura, y tantas otras manifestaciones humanas por las que queda vigente que hemos ido heredando una tradición antiquísima sobre cómo honrar a nuestros seres queridos que han fallecido.
En el centro de México, agrega el padre Torres, se tenía la creencia de que los muertos regresaban una vez al año del Mictlán para visitar sus familias, las cuales les preparaban altares con alimentos -para ayudarles a reponerse del largo viaje- y objetos insignes que evocaban el recuerdo de cuando estuvieron en esta tierra, con vida.
Pero a la llegada de los españoles, destaca el sacerdote, los misioneros intentaron erradicar esta tradición sin suerte alguna, aunque lograron, con el evangelio, darle un sentido cristiano a sus costumbres.
Conmemoración de los Fieles Difuntos
Comenta el padre José Natanael que desde el siglo X, en Francia, y luego en Roma a partir del XVI, se celebraba la Conmemoración de los fieles difuntos, instaurada para la Iglesia universal el día 2 de noviembre, un día después de la celebración solemne de Todos los Santos, aquellos que se encuentran ya en la presencia de Dios, como Iglesia triunfante, y que intercede continuamente por nosotros.
El día 2 se conmemora a la Iglesia purgante, que necesita de nuestra oración para alcanzar pronto el Cielo. Fue así que las tradiciones indígenas, con sus vestigios de rituales, se conservaron en la tradición católica mexicana como parte elemental de la expresión religiosa de nuestra sociedad, dándole un matiz único en el mundo por la manera en la que la Iglesia mexicana celebra esta conmemoración.
La costumbre de colocar altares con ofrendas
Como mexicanos, dice el padre Natanael, acompañamos las tradicionales ofrendas con las que recordamos a nuestros seres queridos con la visita al cementerio, en la que muchas personas acostumbran limpiar y dar mantenimiento a la tumba de sus difuntos, además de compartir los alimentos y escuchar la música que a sus familiares les gustaban en vida. Los católicos, además de esto, rezan el rosario o diversos responsos ante los sepulcros y culminan el día con la Santa Misa, para rogar por el descanso eterno de sus familiares.
El sacerdote agrega que no podemos negar que las costumbres que hemos recibido tienen una marcada inculturación evangélica que es difícil desvincular de todo aquello que nos transmitieron nuestros antepasados.
Así, junto a las ofrendas prehispánicas, hemos añadido otras con un profundo significado catequético que enmarcan el sentido que, en la fe, encuentra el misterio de la muerte, a la luz del Misterio Pascual. Por lo tanto, no se vive con miedo, sino con una esperanza alegre, reconociendo que el final de la vida en este mundo es solo el comienzo de la verdadera vida plena en el Cielo, alegrándonos por los que han triunfado y orando incesantemente por los que necesitan de una plegaria para su pronta purificación.
Semillas del Verbo
Finalmente, el sacerdote reflexiona: "Pudiéramos decir, con San Justino, que las semillas del Verbo, sembradas en nuestras culturas originarias, han germinado y crecido de una manera peculiar, pues lo que los antiguos vislumbraron y reflexionaron en sus cosmologías al respecto de la muerte como un tránsito hacia un mundo pacífico y libre de las ataduras de la imperfección humana, ha podido culminarse en Cristo como una realidad, Vida y Resurrección para todos".