Para nadie es un misterio que la Iglesia católica es una institución milenaria que tiene bien asentadas sus bases en los Apóstoles, quienes recibieron el mandato de Cristo:
"Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19).
Los Apóstoles obedecieron puntualmente, por lo que, desde sus inicios, tuvieron que organizarse para poner orden en su misión evangelizadora, porque tenían claro que ciertos sacramentos solo podían darse una vez.
Así es que, hacia el año 1300 y ante el creciente número de fieles que recibían el bautismo, la confirmación y el matrimonio, los párrocos tuvieron que comenzar a llevar el registro de quienes se acercaban a recibir los sacramentos en tiempo y forma, incluyendo las defunciones, y de este modo era la Iglesia la que sabía con exactitud el progreso espiritual de sus feligreses. Sin embargo, esos libros comenzaron a ser más usuales a partir del siglo XVI, pues el Concilio de Trento los hizo obligatorios.
Hasta que la muerte los separe
Se entiende, entonces, el uso de estos libros, primero por cuestión práctica, pues ninguna memoria sería capaz de recordar cuántos niños habían sido bautizados. Pero también, para asegurarse de que nadie incurriera en algún abuso, pretendiendo recibir dos veces el mismo sacramento.
Surge entonces la necesidad de ser más cuidadosos. De ahí la utilidad de las amonestaciones, que sirven para velar por la seguridad de los pretendientes y por la santidad del sacramento.
¿Que son las amonestaciones?
De acuerdo con el Pbro. Felipe de Jesús Vázquez Santana, "las amonestaciones son publicaciones que se hacen durante tres domingos para indagar si los que pretenden casarse tienen algún impedimento para contraer matrimonio".
El también párroco de San Francisco de Asís, comenta que antiguamente se leían durante las Misas pro pópulo o Misas del pueblo. Ahora solamente se publican, pero se hacía con la finalidad de que, si el pueblo conocía algún impedimento para la realización de la boda, "hablara o callara para siempre".
¿Que tiene que hacer el que sabe de algún impedimento?
Cabe la posibilidad de que alguien conozca a los que pretenden casarse y sepa que alguno de los dos no puede acercarse al sacramento, quizá porque ya es casado o porque tienen parentesco muy cercano, o por cualquier otro motivo grave. En ese caso, la persona tiene el deber de ir a denunciarlo con el párroco, "por eso es la publicación, para investigar". Ahora bien, si la persona decide no hablar, estará incurriendo en un pecado de omisión. "Esa es la finalidad de las amonestaciones", concluye el padre Felipe Vázquez.