En el Evangelio de san Lucas, al nacimiento de Jesús le sigue inmediatamente la visita de varios pastores cercanos. Son las primeras personas fuera de la Sagrada Familia que ven a Jesús recién nacido.
Esto es significativo ya que Jesús no se reveló primero a los Magos, sino a los humildes pastores.
El Papa Benedicto XVI reflexionó sobre esta realidad en una homilía sobre la Navidad de 2006:
Acabamos de escuchar en el Evangelio el mensaje dado por los ángeles a los pastores durante aquella Noche Santa, mensaje que ahora nos proclama la Iglesia: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo Señor. Y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,11-12). A los pastores no se les da como señal nada milagroso, nada extraordinario, nada magnífico. Lo único que verán es un niño envuelto en pañales, que, como todos los niños, necesita los cuidados de una madre; un niño nacido en un establo, que por eso no yace en una cuna, sino en un pesebre. El signo de Dios es el niño necesitado de ayuda y en la pobreza.
Jesús podría haberse revelado en gran gloria, como rey sobre todo el mundo.
En lugar de eso, vino como un bebé, indefenso, y se reveló a los pastores, considerados entonces entre lo más bajo de la sociedad.
La sencillez de Dios
Benedicto XVI continúa reflexionando sobre este hecho, subrayando la sencillez de Dios:
El signo de Dios es la sencillez. El signo de Dios es el bebé. El signo de Dios es que se hace pequeño por nosotros. Así es como reina. No viene con poder y esplendor exterior. Viene como un niño, indefenso y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con su fuerza. Nos quita el miedo a su grandeza. Pide nuestro amor: por eso se hace niño. No quiere otra cosa de nosotros que nuestro amor, por el que aprendemos espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en sus pensamientos y en su voluntad: aprendemos a vivir con Él y a practicar con Él esa humildad de renuncia que pertenece a la esencia misma del amor. Dios se hizo pequeño para que pudiéramos comprenderle, acogerle y amarle.
Cuando nos acerquemos a Jesús en Navidad, debemos tener esto presente y acercarnos a él como lo hicieron los pastores en aquella fría noche.
Benedicto XVI termina su homilía con la siguiente oración, para que todos nos acerquemos así a Jesús:
Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores, para recibir la alegría con la que regresaron a casa (cf. Lc 2, 20). Pidámosle que nos conceda la humildad y la fe con que san José miró al niño que María había concebido por obra del Espíritu Santo. Pidámosle al Señor que nos permita mirarlo con el mismo amor con que María lo vio. Y pidamos para que así brille también sobre nosotros la luz que vieron los pastores, y se cumpla en todo el mundo lo que cantaron los ángeles aquella noche: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres que le complacen." ¡Amén!