Ha dado comienzo el Triduo Pascual, con la celebración de la Cena del Señor. El Jueves Santo es un día muy importante: por la mañana, en muchas diócesis del mundo se celebra la Misa Crismal, en la que se bendicen los óleos de enfermos y catecúmenos y se consagra el Santo Crisma.
Por la tarde, la celebración de la Cena del Señor, donde concurren varios signos: se entregan los Santos Óleos bendecidos en la mañana y que se usarán durante el año en bautismos, confirmaciones y unción de enfermos. Se recuerda la Institución del sacerdocio, de la Eucaristía y del mandamiento del amor, representado con el lavatorio de pies.
El uso de las campanas
El uso de campanas en la Iglesia tiene un significado muy profundo, sobre todo porque se usan para llamar al pueblo a la oración, a la santa Misa y a los acontecimientos que se llevan a cabo en las iglesias. Su sonido es un signo de alegría o incluso de luto, pero siempre sirven para invitar a los fieles a unirse con Dios.
Sin embargo, dentro de la Misa, su uso es opcional, como lo indica la Instrucción general del Misal Romano (150):
Un poco antes de la consagración, el ministro, si se cree conveniente, advierte a los fieles con un toque de campanilla. Puede también, según las costumbres de cada lugar, tocar la campanilla en cada elevación.
Suenan por última vez las campanas
Para la celebración de la Misa vespertina del Jueves Santo, las rúbricas del Misal Romano disponen lo siguiente:
Se dice Gloria. Mientras se canta, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta la Vigilia Pascual, a no ser que la Conferencia Episcopal o el Ordinario juzguen oportuno establecer otra cosa.
Por eso, el Jueves Santo, todas las campanas suenan por última vez acompañando el canto del gloria, que se ha omitido durante toda la Cuaresma, indicando que está cerca la crucifixión y muerte del Señor, pero que estallarán de alegría nuevamente en la Vigilia Pascual, anunciando la gloriosa Resurrección del Señor, que ha vencido a la muerte.