La fe es ciertamente un don excepcional. Se podría decir que es un puente tendido entre nosotros y Dios. Pero, ¿te has preguntado alguna vez si tu fe está realmente viva, activa? Santo Tomás de Aquino, figura destacada de la teología católica, arroja luz sobre el concepto de "fe sin vida", que puede ayudarnos a evaluar la vitalidad de nuestra propia fe.
Confianza en Dios y caridad
Según Tomás de Aquino, la fe es un asentimiento intelectual a las verdades reveladas por Dios. Nótese que no se trata de una creencia ciega, sino de una confianza firme basada en la fiabilidad de Dios.
Sin embargo, la fe puede quedar "sin vida" si le falta un ingrediente clave: la caridad, el amor a Dios y al prójimo.
Piensa en la fe como en un fuego. Las llamas (la propia fe) necesitan combustible (la caridad) para arder con fuerza y proporcionar calor (las buenas obras). La fe sin vida, como un fuego con brasas moribundas, tiene la disposición básica pero carece del calor para transformar verdaderamente la vida.
Veámoslo más de cerca.
La caridad enciende la fe moribunda
La fe por sí sola no basta: Aquino advierte que la fe puede existir sin amor. Alguien puede aceptar intelectualmente las enseñanzas de la Iglesia pero no ponerlas en práctica. Puede incluso asistir a Misa pero despreciar totalmente el servicio y la ayuda a los demás. Puede que esta fe no esté completamente muerta, pero carece de la energía necesaria para dar fruto: no está plenamente viva.
La importancia de la caridad: la caridad, de nuevo, es el fuego que enciende la fe. Cuando el amor a Dios llena nuestros corazones, se desborda en amor a los demás. Este amor nos impulsa a vivir de acuerdo con nuestra fe, poniendo en práctica nuestras creencias. Nos convertimos en participantes activos del plan de Dios, compartiendo su amor con buenas obras.
Fe sin vida frente a pérdida de fe
Es importante distinguir la fe sin vida de la pérdida total de la fe. Una persona con una fe sin vida puede seguir manteniendo sus creencias fundamentales, pero aún no ha abrazado el poder transformador de esa fe.
¿Cómo cultivar una fe viva? He aquí algunos consejos sencillos y de sentido común.
1Profundiza en tu vida de oración
Una fuerte conexión con Dios a través de la oración fomenta naturalmente un amor más profundo por Él. No se puede amar de verdad lo que no se conoce.
2Participa en actos de caridad
Hazte voluntario, dona o simplemente echa una mano. Pon tu amor por Dios en acción, aunque no te apetezca. Te sorprenderá ver el poder de las pequeñas decisiones y gestos. Es como la primera vez que vas al gimnasio. Seguramente no quieres hacerlo, y sabes que será difícil. Pero, después del primer mes, todo ha cambiado.
3Estudia tu fe
Cuanto más entiendas tus creencias, más capacitado estarás para vivirlas. No puedes poner en práctica lo que no entiendes.
Si alimentamos nuestra fe con el fuego de la caridad, conseguiremos que permanezca viva, guiando nuestras acciones y acercándonos a Dios. Recuerda, una fe viva no consiste solo en creer: consiste en vivir activamente lo que creemos.