“Por ser Madre, yo jamás he tenido dificultad alguna en hablar con María y en sentirme muy cercana a Ella”, dijo Teresa de Calcuta. Como ella, muchas santas le han dirigido a la Virgen palabras de admiración, confianza, perdón, cariño,… que hoy pueden ayudarte a hablarle a tu Madre del Cielo y a expresarle tu amor. Aquí algunas de sus oraciones:
1Santa Isabel
Isabel le dirigió estas palabras a su prima María cuando recibió su visita estando embarazada de san Juan Bautista (Lc 1,42). Hoy forman parte de la oración mariana más famosa, el Avemaría:
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre;
y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”
2Santa Hildegarda de Bingen
La monja benedictina medieval escribió varias oraciones para que se rezaran en el monasterio que fundó en Rupertsberg (en la actual Alemania). Este es uno de sus himnos marianos:
Dios te salve, noble y gloriosa virgen,
pupila de la castidad, sustancia de la santidad, que agradó a Dios,
puesto que esta infusión celestial tuvo lugar en vos,
dado que el Verbo celestial en vos se revistió de carne.
Cándido lirio,
que Dios por delante de cualquier otra criatura consideró.
Oh, bellísima y dulcísima,
cómo se complacía Dios en vos,
dado que con su aliento os envolvió,
y así amamantasteis a su Hijo.
Vuestro vientre exultó,
puesto que toda la armonía celeste para vos resonó,
porque, oh Virgen, llevasteis el Hijo de Dios,
mientras vuestra castidad ante Dios resplandecía.
Vuestras entrañas exultaron.
Como hace la hierba sobre la cual cae el rocío
porque le infunde el verdor;
igualmente fue hecho en vos, Madre de toda joya.
Que toda la Iglesia rutile de gozo
y resuene armoniosamente por María,
Virgen dulcísima y digna de alabanza, Madre de Dios.
Amén.
3Santa Catalina de Siena
El día que Catalina de Siena cumplió 32 años, fiesta de la Anunciación del 1379, esta laica dominica escribió una apasionada oración. Esta exaltación es una parte de ella:
¡Oh María, María, templo de la Trinidad!
¡Oh María, portadora del Fuego!
María, que ofreces misericordia,
que germinas el fruto,
que redimes el género humano,
porque sufriendo la carne tuya en el Verbo
fue nuevamente redimido el mundo.
¡Oh María, tierra fértil!
Eres la nueva planta de la que recibimos
la fragante flor del Verbo unigénito Hijo de Dios,
pues en ti, tierra fértil, fue sembrado ese Verbo.
Eres la tierra y eres la planta.
¡Oh María, carro de fuego!
Tú llevaste el fuego escondido y velado bajo el polvo de tu humanidad.
¡Oh María! Vaso de humildad
en el que está y arde la luz del verdadero conocimiento
con que te elevaste sobre ti misma,
y por eso agradaste al Padre eterno.
4Santa Teresita del Niño Jesús
La carmelita santa Teresa de Lisieux tiene sencillas palabras para su Madre del Cielo. Como este poema que escribió a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro con recuerdos de un retiro que hizo en marzo de 1897.
Virgen María, en la Orilla Celestial
después del exilio siempre iré a verte
pero aquí abajo tu dulce Imagen
¡es mi Perpetuo Socorro!
Cuando yo era sabia y muy obediente
me parecía que me sonreías
y si a veces fui un poco mala
creí ver que estabas llorando por mí…
Concediendo mi oración ingenua
me mostraste tu amor maternal.
Contemplándote encontré en la tierra
una muestra de las delicias del Cielo.
Cuando lucho, oh mi querida Madre,
en la lucha fortaleces mi corazón
porque tú lo sabes: en el atardecer de esta vida
¡quiero ofrecer sacerdotes al Señor!
Siempre, siempre Imagen de mi Madre,
sí, serás mi felicidad, mi tesoro.
Y quisiera en mi última hora
que mi mirada se vuelva a fijar en ti.
Luego volando a la orilla celestial
me sentaré, Madre, en tu regazo.
Entonces podré sin compartir
¡Recibir tus besos tan dulces!
5Beata Concepción Cabrera de Armida
La beata mexicana Conchita Cabrera, mística madre de familia, dedicó el 9 de marzo de 1910 a la Virgen María estas palabras, parte de una oración de consagración que recogió en su diario espiritual.
Quiero vaciarme en ti, María, quiero tomar tu parecido,
y que tus labios, tus ojos, tus oídos, tu pecho, tus manos, tus pies, tu corazón, ¡sean los míos de hoy para siempre!
¡Yo quiero amar, aunque no lo merezco, como tú amaste,
y sentir como tú sentiste!
Yo quiero beber tus secretos, recibir tus confidencias, introducirme en tu alma,
escuchar tus latidos, adivinar tus pensamientos,
sentir el contacto de tu corazón maternal, Madre, Madre,
y engolfarme en ese piélago sin fondo de tus prerrogativas,
de tus virtudes, ¡de tus excelencias sin nombre!
Yo quiero ser tu amiga, tu compañera, tu esclava, tu hermana, tu servidora, pero más, ¡tu hija! ¡oh sí! tu hija,
con tu parecido, con tu sangre, con tus modales, con tu fisonomía interior,
con tu humildad y paciencia, con tu dulzura y ¡caridad!…
Yo necesito de ti para vivir, para santificarme, para tomar tu savia,
¡para que pongas en mis brazos el dulce fruto de tu Jesús!…
Yo quiero vivir al compás de tus deseos, quereres, ¡respiraciones y latidos!
Yo no quiero tener más voluntad que la tuya, cómo no, ¡si eres mi Madre!
Yo quisiera… ¡oh mi Virgen más que Amada!
yo no sé qué quisiera tener de grande y sublime para, ofrecerte,
o si sé; tengo un tesoro, el tuyo, María: un Jesús…
un Verbo hecho carne que me enloquece, ¡que me enamora!
O tómalo de mi corazón, ¡o préstame el tuyo para albergarlo!
6Santa Teresa de Calcuta
La fundadora de las Misioneras de la Caridad, premio Nobel de la Paz en 1979, tenía una relación natural y cercana con su Madre del Cielo, que expresaba en jaculatorias como "María, préstame tu Inmaculado Corazón” y “Guárdame en tu más puro corazón”. También rezaba a menudo el Acordaos y recomendaba dirigirse a María con esta oración:
María, Madre de Jesús y de cuantos participan de su misterio sacerdotal,
acudimos a ti como hijos que acuden a su Madre.
Ya no somos niños, sino adultos que de todo corazón desean ser hijos de Dios.
Nuestra condición humana es débil; por eso venimos a suplicar tu ayuda maternal
para conseguir sobreponernos a nuestras debilidades.
Ruega por nosotros, para que, a nuestra vez, podamos ser personas de oración.
Invocamos tu protección para poder permanecer libres de todo pecado.
Invocamos Tu amor para que el amor pueda reinar,
y nosotros podamos ser compasivos y capaces de perdonar.
Invocamos tu bendición para que nuestros sacerdotes puedan ser como la imagen de
tu Hijo, Señor y Salvador nuestro Jesucristo.
Amén.