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¿Será posible alguna vez superar la escrupulosidad?

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Michael Rennier - publicado el 12/06/24
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Una persona que sufre de escrupulosidad quiere ser espiritualmente perfecta pero siempre está atormentada por pecados pasados

El perfeccionismo es el deseo malsano de controlar cada esfuerzo que hacemos para ganarnos la validación por ser impecables, la escrupulosidad -en el plano de la espiritualidad- es también un deseo de ejercer el control.

Una persona escrupulosa busca lograr el progreso espiritual guardando cada mínimo detalle de la ley moral. Al hacerlo, caen en un perfeccionismo que va mucho más allá de lo que es saludable o razonable. Para ellos, cada motivo es mixto, cada pensamiento pasajero es un pecado mental, cada error inocente es un crimen.

El dilema de los escrupulosos

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La escrupulosidad crea así la incapacidad de dejar el pecado en el pasado. Las transgresiones del pasado siguen acosando a personas escrupulosas y dudan de haber sido perdonadas. También crea una incapacidad para identificar qué es el pecado en el momento presente. Los errores inocentes o las tentaciones aleatorias se convierten en pecados y los pecados pequeños se convierten en pecados grandes.

Por eso las personas escrupulosas se confiesan con mucha frecuencia y, aunque se hayan confesado recientemente, pueden no recibir la Sagrada Comunión porque todavía se sienten indignas. En el confesionario, luchan por llegar al final de su lista de pecados y continúan analizando detalles cada vez más pequeños de sus pensamientos y acciones.

No es raro que una persona escrupulosa continúe agregando más pecados en los que ha pensado incluso mientras el sacerdote está en el acto de absolverlos. Como nunca están seguros de si su confesión fue completa, luego les preocupa que la absolución no haya sido válida. Además, les preocupa si su disculpa fue lo suficientemente sincera o, en el lenguaje de la teología católica, si su contrición fue "perfecta".

Superar la escrupulosidad

Dicho esto, hay personas que lograron dejar la escrupulosidad, así que si te cuesta la idea de que todo lo que haces es un pecado contra Dios o las personas que te rodean, sigue leyendo. Aquí hay algunas cosas que te resultarán útiles.

1DIOS TE AMA

Dios te perdona. Él desea una relación contigo. Él te conoce en el confesionario con todas tus imperfecciones y todavía te ama . Esta es la enseñanza fundamental de nuestra fe y no tenemos derecho a dudar de Dios cuando nos dice que somos amados y perdonados. Cuando estés dominado por la escrupulosidad, regresa siempre a recordatorios positivos y racionales de que Dios te ama.

2Ten la perspectiva imparcial de tu confesor

San Alfonso María de Ligorio, que luchó contra la escrupulosidad, aconseja que cualquiera que esté preocupado por ella siga -sin dudar- la opinión de su confesor cuando le diga si su pecado es mortal o no, y si debe recibir la Sagrada Comunión o no.

Es posible que tu confesor te diga que solo te confieses una vez cada dos semanas o una vez por semana. No lo ignores. Hazlo simple y coloca tu lucha espiritual en manos de una autoridad espiritual competente.

3ora por ello

Dios nos conoce mejor de lo que nosotros mismos le conocemos, así que pídele un conocimiento preciso de ti mismo y una conciencia digna de confianza (sensible, no demasiado escrupulosa ni laxa).

No te fijes en los pecados mismos, sino más bien en el amor y la bondad de Dios. Dale gracias por su misericordia y perdón. Luego haz un inventario rápido y sencillo de tus pecados, pero no te detengas en ellos.

4lee las Escrituras o los escritos de un santo

El tiempo de oración no estructurado puede facilitar el volver a obsesionarse con los pecados y reforzar los malos hábitos, pero una meditación positiva e inspiradora sobre la lectura espiritual ayudará a crear un buen hábito para reemplazar el malo.

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