Corrían los años 1968 y 1969 en Argentina, tiempos de efervescencia juvenil y búsqueda de ideales. En ese contexto, un grupo de jóvenes provenientes de diversos ámbitos se unieron para formar el Grupo CAPUSA "caballos de pura sangre" desde el cual querían asumir con alegría y responsabilidad la misión de llevar el carro de triunfo de María para conquistar el mundo para Jesús. Marcando así el inicio de una historia de amistad, compromiso y crecimiento espiritual que perduraría por décadas.
El origen de este grupo se remonta a la iniciativa de Don Polito Kostner, padre de Pedro, Pablo y Pepo, quienes junto a sus amigos del barrio y jóvenes vinculados al Movimiento de Schoenstatt, se reunían semanalmente para dialogar sobre ideales juveniles y forjar una personalidad interiormente libre y fuerte.
Labor solidaria y travesuras compartidas
Uno de los aspectos más significativos de la experiencia del Grupo CAPUSA fue su participación activa en actividades sociales, como la recolección de diarios y botellas para ayudar a comunidades desfavorecidas en el norte de Argentina. Esta labor solidaria, enraizada en valores cristianos y humanitarios, fortaleció el vínculo del grupo y su compromiso con el servicio a los demás.
Los encuentros semanales, las travesuras compartidas y los viajes periódicos al Santuario de Schoenstatt -en Belgrano- se convirtieron en rituales sagrados para los integrantes del grupo; así como los campamentos anuales con jóvenes de Schoenstatt de todo el país, que fueron otro pilar fundamental. Acampar en la naturaleza, compartir ideales y sueños, y fortalecer la amistad en torno a fogatas y canciones, fueron momentos que alimentaron el espíritu y la pasión por construir un mundo mejor desde el cambio interior.
La figura del padre Vicente fue clave en el acompañamiento espiritual de los jóvenes. Con su pedagogía integradora y su fe inquebrantable en el potencial que tenían, inspiró a este grupo de "caballos de pura sangre" a asumir con alegría y responsabilidad su misión.
María tomó enserio su alianza
El punto culminante de la experiencia del grupo fue la consagración de seis de sus miembros a María en mayo de 1974. Este acto de entrega total marcó un hito en sus vidas y consolidó su pertenencia al Movimiento de Schoenstatt, una comunidad espiritual que seguiría guiando y acompañando su camino personal y comunitario.
“María tomó en serio nuestra Alianza con ella y nos regaló una fidelidad inquebrantable, con la que fuimos atravesando los valles y quebradas de nuestras vidas, y con la que seguiremos contando hasta el final de nuestra peregrinación terrenal", comentó Pepo.
Cincuenta años después, los integrantes originales del Grupo CAPUSA, ahora convertidos en esposos, padres y abuelos, continúan siendo fieles al legado de amistad, compromiso y espiritualidad que los unió en su juventud. A través de su testimonio de vida y servicio, siguen inspirando a nuevas generaciones a vivir con pasión y autenticidad su fe y su compromiso con un mundo más justo y fraterno.
¿Qué hace cada miembro hoy en día?
Por orden de aparición en las fotos históricas, de izquierda a derecha:
Pedro Kostner, con su esposa Wanda, participa de diversos ministerios en la parroquia de Sagrado Corazón, en Villa Ballester, siendo ambos apoyo fiel y valioso al párroco.
Pedro Klobovs, con su esposa Carmen, pertenece al Instituto de Familias de Schoenstatt. Fueron superiores del Instituto de la Región de Argentina y Paraguay y miembros de la Presidencia Nacional del Movimiento en Argentina por seis años.
Daniel Otero se dedica con fidelidad y entrega al cuidado de su esposa Silvia, que padece un alzheimer avanzado, viviendo el ideal de Familia.
Pepo Kostner es, con su esposa Patricia, miembro del Instituto de Familias de Schoenstatt. Ambos son Superiores Generales -internacionales- del mismo por seis años, y por lo tanto, son miembros de la Presidencia General del Movimiento.
Juan Klobovs, con su esposa Graciela, pertenece a la Federación de Familias de Schoenstatt de Argentina y ambos son miembros de su Consejo Nacional.
Enrique Soros aporta al Movimiento como comunicador; a la pastoral de EEUU, como vicepresidente del Consejo Católico Nacional para el Ministerio Hispano -NCCHM-; y a la comunicación y pastoral de Latinoamérica.
“Nos jugamos por los ideales siendo tan jóvenes. Hoy, a 50 años de distancia vemos cuánto esto influyó en nuestras vidas, tanto a nivel personal como familiar. Enamorarnos de lo que ansiamos y queremos conseguir, y dejarse llevar, acompañados de la guía de María”, concluye Pedro.