El sentido de la unción, tal como lo encontramos en la Sagrada Escritura, se refiere a "untar" algún líquido, casi siempre aceite consagrado, para hacer que la persona participe de la fuerza de Dios.
No obstante, más allá de un simple gesto, una unción significa pertenecer a Dios, porque consagrarse a Él determina dedicarle la vida para alcanzar algo más sublime, y nada hay más grande que la vida eterna junto al Creador.
La unción en la Biblia
Pero el significado de este sublime gesto lo deja claro el Catecismo de la Iglesia católica:
La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el aceite es signo de abundancia (cf Dt 11,14, etc.) y de alegría (cf Sal 23,5; 104,15); purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y de los luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas (cf Is 1,6; Lc 10,34) y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.
Ser cristiano, ser ungido

También nos recuerda el Catecismo que la unción del óleo perfumado que se hace durante la Confirmación significa el don del Espíritu Santo y además "ilustra el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38)". (CEC 1289).
La fuerza de Dios
Además de la consagración y pertenencia a Cristo, que lo es todo, ser ungido implica recibir la fuerza necesaria para el combate, como lo expresó san Pablo:
Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio (Ef 6, 10-11).
Por supuesto, el cristiano -el ungido- recibe la fuerza del Espíritu Santo para combatir a diario con las tentaciones y para dar testimonio de su vida, unida a la de Cristo, con sus palabras y su ejemplo.
Así mismo, recordemos que cada sacramento tiene una gracia especial y que Jesús los dejó para hacernos más fácil andar el camino hacia la salvación. Aprovechémoslos.


