Al ver el estado deplorable en que me encontraba, me recomendaron: “Ve al sagrario. Allí está Jesús”.
Así empezaba el testimonio que hoy recibí de una joven adoradora que visita cada día a Jesús en el sagrario.
“Don Claudio, Jesús es mi fortaleza. Me sacó de la angustia terrible que era mi vida y me dio esperanzas y una alegría indescriptible”.
“Cuéntame tu experiencia con Jesús”, le pedí, “Hay tantos que aún no saben quién está en el sagrario”.
Empecé a visitar al Santísimo, algunas veces alegre, otras angustiada, sin fuerzas, con miedos, en fin, con diferentes estados de ánimos. Sabía que Jesús estaba vivo en ese pedacito de pan. Que era Él.
A medida que iba a visitarlo, sentía que me estaba “fortaleciendo” como mujer, y mejoraba mis diferentes estados de ánimo y me iba estabilizando.
Cuando llegaba sin fuerzas sentía que Jesús me las daba y me llenaba el alma con un gozo indescriptible, un sentimiento maravilloso.
El amor que me da Jesús en el Santísimo, cuando me postro ante el Sagrario, en su presencia, es algo que con palabras no lo podría describir.
Fueron pasando los días, empecé a sentirme más fuerte, más alegre, más estable y a la vez comencé a sentir una sed incalculable de estar con Él y empecé a visitarlo todas las noches y lo acompañaba al menos una hora.
Escuchaba en mi interior una dulce voz que me decía:
“Aquí estoy, soy yo Jesús, sediento de dar amor, de escuchar a todos mis hijos sin excepción. Pero muchos no me conocen. No saben que aquí los espero para escucharles en cualquier situación que se encuentren”.
En otra ocasión sentí un amor sobrenatural en mi alma, tan grande que sabía sólo podía venir de Jesús.
“¿Te sentías sola?” le pregunté.
Me sentía acompañada, sobre todo cuando lo visitaba. Supe con Él, que no estaba sola. Nunca lo estuve. Sabía que iba a visitar al más grande Amor del mundo, inmolado por amor a la humanidad, presente en ese pedacito de pan consagrado por un sacerdote.
“¿Cambió tu vida?”, le pregunté.
De pronto, todo empezó a mejorar para mí.
Es tanta la paz, el gozo y la alegría que siento al estar con Él que trato de ir a diario y pasar largos ratos en su compañía. Ahora me percato de muchas cosas y comprendo la gran diferencia que hay en mi vida entre el día que no voy, y los días maravillosos que estoy con Jesús.
Te haces fuerte, misericordiosa, amorosa… Son las gracias abundantes que Él te da. Es Él quien te va formando y derramando sobre ti en cada visita más y más gracias.
Para mí el Santísimo es el antídoto contra todo lo malo de este mundo, contra todos los males. Contra la tristeza y la soledad.
Quisiera que lo intentes y experimentes los mismos cambios que tuve en mi vida, gracias al gran amor de Jesús Sacramentado y la misericordia que tuvo conmigo.
Él está ahí, solo, esperando que todos sus hijos vayan y le acompañen.
Verás grandes, pero grandes cosas pasar en tú vida, según sea la Santa Voluntad de Jesús para ti.
Jesús está VIVO en el Santísimo Sacramento del Altar. No tengo la menor duda.
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