Hoy me he emocionado profundamente al leer sus testimonios dejados en una de las historias sobre Jesús Sacramentado, escondido en el sagrario. Empezamos a despertar ante su Amor, pues sólo sabe hacer eso: Amar.
“Realmente está ahí y te cambia la vida por completo. Es hermoso saber y sentir que te acompaña en los buenos y malos momentos. Por más de que ya sabe todo. Me encanta compartir con Él todo lo que me va sucediendo en el día a día”.
“No hay nada más reconfortante en este vida que visitar a nuestro Señor “Jesús Sacramentado” , te llenas de esa paz que el mundo no te da y nos da fuerzas para seguir avanzando en busca de la espiritualidad que nos lleva a la vida eterna”.
“Yo cada vez que lo visito me hace sonreír. Me recuerda que desde que me sanó, el don que dejó en mí es el de “la alegría” para que reparta a cada hermano que encuentre. Porque además de amor ÉL nos regala también alegría”.
“Gracias Señor, por quedarte ahí en Sagrario. Remanso de paz, amor, de todo para nosotros. Sé que estás allí; esperando para cambiar nuestras vidas. He tenido experiencia de su presencia viva”.
” Te amo mi Señor Jesús”. Gracias Jesús. Amor de los Amores”.
“Realmente está ahí esperando por cada uno de nosotros. Cómo te amo mi Jesús sacramentado”.
“¡Bello y Hermoso es visitar el Sagrario!!! Los que no van se lo pierden. No saben qué Paz se recibe. Y nuevo sale uno cuando lo visita. ¡TE ADORO mi Jesús! Eres mi TODO”.
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Mientras escribo le he pedido a mi Ángel de la Guarda: “Anda. Ve donde Jesús en aquél sagrario. Hazle compañía y dile que le quiero y le mando saludos”.
Desde aquí lo imagino y le digo que “lo quiero y le necesito”. ¿Cómo no amarle después de todo lo que ha hecho y hace por nosotros?
Se ha quedado como un prisionero de amor esperando que correspondamos. A menudo pienso en esto y me impacta. Se necesita amar mucho para dar tu vida por otro.
Sus muestras de amor en el sagrario, son infinitas.
No he sido el mejor amigo. Le ha fallado tantas veces. Pero no por eso dejaré de buscarlo, visitarlo, amarlo. No me cansaré de pedirle las gracias que tanto necesito.
Sé que en su infinita Misericordia Jesús nos mira ilusionado y feliz, al vernos llegar y arrodillarnos con devoción ante el sagrario.
Si pudieras escucharlo seguro oirías:
“Qué feliz soy al verte”.
Y cuando vayas a verlo por favor dile: “Claudio te manda saludos”. Me encanta sorprenderlo.
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