Algunos árboles han caído en el bosque y han hecho mucho ruido. En su caída hicieron daño a muchos. El resto del bosque permanece de pie, silencioso, brindando vida, oxígeno y refugio, pero no es notado.
Sólo los que caen parecen hacer escándalo. Es lo que ocurre en nuestra iglesia. Los religiosos, sacerdotes, monjas y laicos, que trabajan silenciosos y gastan sus vidas por los demás, no son notados. Son los santos olvidados, que nadie conocerá. Pero están allí, al pie de la Iglesia, dando frutos de eternidad, salvando almas.
Tenemos muchos santos y buenos sacerdotes en la Iglesia Católica. He conocidos bastantes y sus consejos me han ayudado a lo largo de la vida.
Otros, no han tenido esa suerte. Pienso en lo ocurrido en Pensilvania. No hay forma humana de justificar estos eventos dramáticos. ¿Cómo remediar tanto dolor?
He quedado como muchos: indignado, triste, tratando de comprender cómo pudo ocurrir. He pensado mucho en las víctimas de los abusos.
Realmente no tengo respuestas, esto me sobrepasa. Y cuando no sé qué hacer, siempre tengo a mi alcance la oración.
En esos momentos de incertidumbre voy al sagrario y me refugio en ese pequeño oasis de paz, ese maravilloso oratorio que invita a la oración. Me quedo allí con Jesús diciéndole que le quiero, pidiéndole misericordia, consolando su Sacratísimo Corazón.
El pecado mancha tu alma y hace daño porque eres parte del cuerpo místico de la Iglesia. Pero el pecado de una persona consagrada multiplica el daño. Arrastra a muchos a la perdición y la pérdida de la fe.
El Sacratísimo Corazón de Jesús es traspasado una y mil veces más con estos pecados inimaginables.
La Virgen Santísima fue muy clara al decirnos en Fátima: “No ofendan más a Dios nuestro Señor, que ya está muy ofendido”.
Jesús, dolorido por estos actos, desde el sagrario parece clamar: “Consoladme”.
¿Qué te pide Jesús? Orar, amar, confiar en Dios y perseverar en tu fe.
La oración abre puertas que nunca imaginaste y nos acerca a Dios.
Recemos por el Papa Francisco, por nuestra Iglesia, por el mundo y pidamos al buen Dios Misericordia.
Recemos. Es necesario rezar y confiar en la Misericordia de Dios.
Yo cierro los ojos y rezo el Credo.
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