Son las 9:30 a.m. Doblan las campanas de la iglesia Patriarca san José de Costa Rica. Llega el carro que conduce el cuerpo sin vida de un humilde costarricense. Lo esperan en la puerta el sacerdote junto a los fieles que le conocieron durante 33 años, para velarlo y rezar por él. Doblan las campanas. Un alma grande entra al cielo.
¿Quién es esta persona a la que le rinden estos honores?
El más sencillo que puedas imaginar. Lo conocí en uno de mis viajes a la bella Costa Rica. Fui para saludar a la familia y a compartir con mi hermano Frank y su esposa Susana quienes viven allá. Mi cuñada Susana me había hablado de don Paulino Villalobos, un viejito humilde y bueno que ayudaba en su parroquia en la comunidad de Barreal, y de su extraordinario amor a Jesús en la Eucaristía. Quería que lo conociera.
Ese sábado fuimos muy temprano a la misa de la tarde.
Noté un señor mayor arrodillado con gran devoción ante el sagrario. Luego se levantó, le cambió las flores con tanto cariño que te conmovía. Estuvo otro rato con Jesús en oración y después fue a la sacristía. Trajo los libritos con las canciones y los colocó en las bancas.
Mi cuñada me susurró:
“Es él, don Paulino…”
Susana se acercó a don Paulino y lo condujo donde yo estaba. Me saludó cordialmente y nos sentamos a conversar. Señaló a Jesús en el sagrario y me comento:
“Es mi amigo”.
“Un gran amigo, ¿verdad don Paulino?
“El mejor don Claudio. Yo viví en el pecado muchos años, no había forma de salir de los vicios. Estaba perdido. Y un día, Él me sacó adelante. Restauró mi vida. Le dio sentido a todo. Me hizo feliz. Por eso, en agradecimiento estoy aquí, sirviéndole en lo poco que puedo, haciéndole compañía, dedicándole mi vida desde hace más de 30 años”.
Hablamos casi veinte minutos. Sus palabras emocionaban, eran las de un enamorado indiscutible de Jesús Sacramentado. Un desconocido para el mundo, pero alguien “muy especial” para Jesús y María.
No me encuentro en Costa Rica, pero deseo honrar su vida, un testimonio de vida cristiana, transcribiendo sus palabras de una entrevista reciente que le hicieron y que me enviaron hoy.
“Esto es una cosa muy importante y que le digo yo a la gente… Las visitas al Santísimo es lo que me ha ayudado a sostenerme en mis 33 años que entré en el camino del Señor. Porque cuando uno entra en el camino del Señor, traemos muchas costumbres del mundo. Y si nosotros no doblamos rodillas hacia el Señor en el Santísimo, no podemos salir adelante como yo salí.
Tengo 33 años cerca del Señor y nunca he caído de nuevo en el abismo, porque el Señor me ha sostenido siempre.
Es muy importante recibir el cuerpo y la sangre de nuestro señor Jesús, y ojalá pudieran recibirlo todos los días, como hacía yo.
Si Dios está con nosotros él nos va a favorecer a todos.
¿Qué cambió mi vida? ¿Cómo evité caer en el vicio que una vez me consumió? Este es el secreto: Estuve en comunión con Él siempre y en oración”.
¡Hasta el cielo, Don Paulino!
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