A veces siento que Jesús desde un sagrario, nos llama, quiere estar con nosotros, tener compañía. ¿Te ha ocurrido?
No es algo nuevo. Suele pasarme y en ocasiones estoy tan enredado que no voy.
Hoy me ocurrió y quería compartirlo contigo. Estaba haciendo mandados en auto y escuché en mi interior algo parecido a una voz dulce y tierna que llamaba: “Ven Claudio”. Es algo que sientes. Y sabes. Jesús te llama. Realmente es difícil de explicar. Pero como muchas veces, le presté poca atención.
“No sé si podré. Primero debo terminar estos mandados”, me excusé.
De pronto recordé a quién le hablaba y le estaba dando vueltas y excusas tontas.
Qué mal me sentí en ese momento.
Por la ruta que llevaba sabía que había una iglesia a unas pocas cuadras de donde me hallaba y me desvié hacia allá.
“Voy Señor”, le dije.
Creció de pronto en mí un ansia de estar con Él, Rey de Reyes. hijo de Dios, y mi mejor amigo.
En el auto, como estaba solo, empecé a cantar a viva voz, un canto de adoración eucarística que me encanta y emociona.
Sé perfectamente que Él se encuentra VIVO, en cada sagrario del mundo entero. Me lo ha demostrado infinidad de veces.
Mientras reflexionaba, cantaba.
Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar
y la Virgen concebida
sin pecado original
Me estacioné emocionado y me bajé para ir a verlo. Sabía que me esperaba, pero no tenía idea por qué.
Cada vez que voy a este oratorio suelo encontrarlo lleno, repleto de personas, y me da tanta alegría saber que tantos le aman.
Es maravilloso llegar a un oratorio y ver tantos adoradores a su lado, con Él, recibiendo gracias innumerables, indescriptibles.
Recordé las peticiones que ustedes me hacen. “Le hablaré de los lectores de Aleteia”, me dije.
Abrí la puerta y allí estaba Jesús Sacramentado, en aquel hermoso sagrario. Y se encontraba solo, esperando, ansioso de llenarnos a todos de gracias y esperanza. De darnos dulces consuelos en la adversidad.
Me sonreí y le dije:
“Mira que me has hecho venir hasta acá. Pero me alegro. Te haré un rato de compañía”, le dije. Y me arrodillé con profunda devoción.
Entonces me ocurrió algo inesperado. Sentí su amor y su presencia con tal fuerza que no pude contener las lágrimas.
“Eres tú”, le dije. “Estás aquí mi buen Jesús”.
Me sentí tan mal por haber preferido seguir trabajando en lugar de venir en seguida a verle.
“Perdóname buen Jesús.”
Me di cuenta en Su presencia lo inútil que es afanarnos por las cosas materiales, que pronto van a pasar. En el cielo no necesitaremos nada de esas cosas. Allá todo será diferente. Conoceremos la verdad, el amor, y la felicidad.
Me quedé un buen rato en oración y antes de irme como estábamos solos Él y yo, le canté.
Al rato llegaron unos niños con sus catequistas.
Le sonreí:
“Me marcho, quedas en buena compañía”.
Tú que lees esto, no dejes solo a Jesús sacramentado. Anda, visitarlo y cuando estés en su presencia por favor dile: “Claudio te manda saludos”.
……………
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