Qué días mas hermoso estoy viviendo en la dulce presencia de nuestro Dios. Y quería compartir contigo lo que estoy viendo, sintiendo, pensado. No vivo alejado de lo que ocurre a mi alrededor.
¿Te conté que tengo un año que no abrazo a mi mamá? Me cuesta, me duele, pero lo ofrezco, lo veo como la voluntad de Dios. No lo entiendo, pero lo acepto. Desde lejos la veo y conversamos a la distancia, por su seguridad. Conozco personas que han enfermado, otros están en Cuidados Intensivos, luchando por sus vidas. Oro por ellos, por ti, por mi familia. Y le pido a Dios que aumente mi fe.
Hace poco recibí un email de un lector. Las dificultades estaban a punto de hacerle perder la esperanza, ya no podía más. Le sugerí lo que estoy haciendo y me ha funcionado, y es sencillo: orar con fervor y “pedir a Dios que nos aumente la fe”.
Con la fe todo lo podemos. El mismo Jesús nos lo dijo:
“En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro: Quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería. Nada sería imposible para ustedes.” (Mateo 17)
Hay una oración que rezo mucho en estos días, ¿la conoces? Te la comparto. Anótala y llévala contigo. Me da mucha paz, sobre todo en estos días tan difíciles que estamos viviendo.
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.
Qué bueno es Dios, que a pesar de lo que hacemos no deja nunca de amarnos y cuidarnos y darnos las gracias que necesitamos para nuestra salvación Eterna.
No te rindas. Nunca te rindas. Ten fe y todo saldrá bien.
¡Dios te bendiga amable lector!