Hoy que te escribo, es jueves Eucarístico, un día estupendo, de gracias para el mundo y la humanidad. He pasado a ver a Jesús Sacramentado un par de veces y siento que no son suficientes, para compensar tanto amor. Me encanta saludarlo por las mañanas cuando salgo con mi esposa Vida a hacer mandados en auto y en ocasiones pasamos también por la tarde. Mientras conduzco el auto paso frente a una iglesia.
Vida lee mis pensamientos y me dice:
“Está bien. Vamos”.
Doy la vuelta y me estaciono frente a la iglesia.
Siempre pienso que me sonríe cuando nos ve llegar. A veces se siente solo. Desborda su amor y anhela compartirlo contigo. Le encanta que lo visiten.
Toco la puerta del oratorio y me asomo jovial:
“Ey, llegué Jesús”.
“Otra vez Claudio?”
“Otra vez Señor”.
Es muy alegre y le gusta bromear.
Yo, por mi parte me quedo con Él y le digo que le quiero, una y otra vez. Y le pido favores para ti y tu familia. Para todos. El mundo está tan necesitado de nuestras oraciones.
Cuando encuentro personas en el oratorio me gusta rezar por ellas:
“Concede lo que piden, buen Jesús”.
Nadie sabe lo pesada que es la cruz que carga el otro. Y nuestras oraciones de alguna manera ayudan a aligerar su peso.
Hace un momento estuve en el oratorio ante el Sagrario en la Iglesia de Guadalupe, en Panamá. Los Jueves Eucarísticos son días muy especiales para mí. Los grandes acontecimientos en mi vida suelen ocurrir siempre un Jueves Eucarístico. Los veo como grandes dones y milagros que se nos conceden, desde el cielo.
Es como si el buen Jesús se complaciera en decirte:
“¿Viste? Soy yo”.
Amigos míos me han contado emocionados las gracias que Jesús les concedió un jueves Eucarístico. Podrías decirme que son casualidades y te creería las primeras 50 veces. Después pensaría que la gracia de Dios se ha hecho presente. Y hoy mientras escribo ya no tengo dudas: “Es Jesús”.
Siempre quedo impactado antes su presencia y su misericordia.
Lo sé. Es Dios que pasa y se complace en abrazar a sus HIJOS con su amor.
He aprendido que es cierto, a Dios nadie le gana en generosidad. Es un gran Padre.
Me encanta saber que nos ama, a pesar de todo, de lo que somos, de lo que hacemos.
Dios es el Padre que espera emocionado el regreso de sus hijos.
No demores tanto, vuelva a la gracia, a vivir en su presencia amorosa. Tu vida cobrará nuevos sentidos, retornará la esperanza perdida.
¡Ánimo!
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¡Dios te bendiga!
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