Hace un año madrugué para visitar a Jesús en su cumpleaños. Fui a las 5:00 a.m. al Santuario Nacional del Corazón de María, donde hay un hermoso oratorio. Allí tienen un sagrario muy bello donde habita Jesús Sacramentado.
Apenas pude contener mi emoción. Visitaba al Hijo de Dios en un día tan especial. Entré cantado, festejando, celebrando.
Me pareció escuchar en el corazón, sus palabras cargadas de ternura:
“Gracias Claudio por acordarte de mí”.
Son pequeñas locuras de amor. Quiero tener contento a Jesús. Y no me importa gritarle al mundo:
“Vengan. Vayamos a ver al hijo de Dios, que nos espera en los sagrarios del mundo. Le dejamos tan solo. Pero hoy es Navidad. Es su cumpleaños. Merece tu compañía y amor. Ámenlo mucho. Ámenlo más”.
En el mundo la ternura y el amor de Dios parecen no tener cabida. Vemos cosas terribles. Pero hoy es Navidad. Es un día para celebrar. Me acercaré al sagrario, me pondré de rodillas y le diré al buen Jesús, mi amigo de la infancia: “Feliz Cumpleaños Jesús. Gracias por ser mi amigo”.
Y a todo el que vea lo saludaré con entusiasmo y un: “FELIZ NAVIDAD”.
Mi mejor amigo está de cumpleaños. Que día tan estupendo. ¿Cuántos regalos recibirá? Yo le llevaré en mis manos lo poco que tengo, Se lo ofreceré todo.
Le pediré a la Virgen Santísima que me deje cargar al pequeño Jesús en mis brazos. Lo mereceré y le diré que le quiero, una y otra vez.
Escuché a un sacerdote comentar: “Dios se hizo pequeño porque es fácil amar a los bebés”. Me parecieron maravillosas sus palabras. También quiero amar a ese pequeño que nos ha nacido para iluminar al mundo.
“El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro – la vara de su tirano – has roto, como el día de Madián. Porque toda bota que taconea con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz» (Isaías 9, 1-5)
Hoy, que es un día tan especial, no dejes de visitar al buen Jesús en el sagrario. Te espera con tanta ilusión.
Me gusta imaginarlo como un niño que festeja, ha invitado a sus amigos y a cada segundo se asoma por la ventana esperando a ver quién llega.
Hoy que el mundo necesita con urgencia la paz, visitaré al príncipe de la PAZ.
¡Qué gran regalo es la Navidad!
Queridos lectores que nos han acompañado a lo largo del año. A todos les deseo una: “FELIZ NAVIDAD”.
Que el buen Dios les bendiga e ilumine sus caminos.