Una Semana Santa, durante el Triduo Pascual, me encontraba en oración ante el Santísimo Sacramento. Le preguntaba al Señor qué deseaba de mí en ese momento. Entonces pensé en las Almas benditas del Purgatorio, mis hermanas, que, aunque oren, no encuentran provecho en sus oraciones. Dependen de nosotros, nuestras oraciones y sacrificios para salir de ese lugar de tormentos. Y dediqué el resto de los días a rezar por ellas y a ofrecer todo lo que podía para que el buen Jesús se dignara llevarlas al Paraíso.
Comprendí que esto era agradable a Dios.
Rezar por estas almas es un acto de amor y misericordia. Desde aquél día rezo por ellas, particularmente en Semana Santa.
Quería invitarte a que lo hagas. Tenlas en tus oraciones.
Meditaba en esto cuando decidí hacer algo adicional, en estos días santos, para mi provecho espiritual. Don Bosco decía que nada hace tanto bien al alma como la lectura de un buen libro. Me propuse leer completo el diario de santa Faustina: “La Divina Misericordia en mi Alma”.
Logré conseguirlo y al abrirlo, me llevé una gran sorpresa. Te muestro los primeros párrafos en los que se posaron mis ojos.
“En aquel tiempo le pregunté a Jesús: “¿Por quién debo rezar todavía?” Me contestó que la noche siguiente me haría conocer por quién debía rezar. Vi al Ángel de la Guarda que me dijo seguirlo. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes.
Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas, sólo nosotros podemos ayudarlas.
Las llamas que las quemaban, a mí no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas ¿Cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios.
Vi a la Madre de Dios que visitaba a las almas en el Purgatorio. Las almas llaman a María “La Estrella del Mar”. Ella les trae alivio.
Deseaba hablar más con ellas, sin embargo, mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cárcel de sufrimiento. [Oí una voz interior] que me dijo: “Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige”. A partir de aquel momento me uno más estrechamente a las almas sufrientes”.
“A veces hablo demasiado. Para un asunto que podría ser solucionado con dos o tres palabras, yo empleo demasiado tiempo. Mientras tanto Jesús desea que ese tiempo yo lo emplee para pequeñas plegarias con indulgencias por las almas del Purgatorio. Y me dice el Señor que cada palabra será pesada el Día del Juicio”.
“Comprendí lo estrecha que es la unión entre estas tres etapas de la vida de las almas, es decir, la tierra, el purgatorio, el cielo”.
Si deseas saber más sobre el Purgatorio, puedes buscar información adicional en el “Catecismo de la Iglesia Católica” (No. 1031)
Podemos tanto con nuestras oraciones. No las olvidemos en estos días santos. Ofrece, reza, y pide al buen Jesús por ellas.
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