15 años es el tiempo que rezó santa Mónica sin desfallecer, por la conversión de su hijo Agustín de Hipona quien tuvo una mujer y un hijo al que llamó Adeodato. Dios escuchó las oraciones de santa Mónica y el hijo a quien tanto amaba se convirtió en el gran San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia.
Un santo extraordinario que escribió estas palabras “MARAVILLOSAS “que sobrecogen el alma.
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían.
Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillante y resplandeciente, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti…
Mi experiencia es que Dios siempre escucha a sus hijos.
A veces sentimos que demora en responder. Y nos desanimamos. Y abandonamos la oración.
He conocido personas que han perseverado sin cansarse, sin rendirse. Nunca dejaron de orar.
Aprendo de ellos lo que es la fe. Creer a pesar de todo.
¿Cómo lo han hecho?
Tienen la mirada en el cielo.
Sus vidas son un reflejo del amor.
A menudo me escriben lectores preguntando qué hacer ante éste y aquél problema. A todos les recomiendo lo mismo. No varío mi respuesta porque es lo que me ha servido y he comprobado su efectividad.
“Reza. Visita a Jesús en el sagrario. Habla con Él. Tiene todas las respuestas. Y busca un sacerdote. Haz una buena confesión para que recuperes la gracia. También ayuda mucho hablar con el sacerdote”.
He aprendido que debo tener ratos de oración, momentos sagrados entre Dios y yo.
No importan las circunstancias, nunca debo abandonar la oración.
Cuando los problemas son muy grandes y dejo de rezar, todo empeora. Al rato reflexiono:
“¿Qué haces Claudio? Debes orar”.
Retomo la oración y al final todo se soluciona.
El Evangelio es claro en este tema.
“Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer”. (Lc 18, 1)
Por tanto, ¿qué debemos hacer ante la debilidad? “ORAR”.
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Los dejamos con esta bella canción.