De pronto alguien escribió palabras ofensivas hacia la iglesia y respondí. Traté de mantener la caridad fraterna. Fue entonces leí estas palabras en la santa Biblia: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.” (Mateo 18)
Que difícil es encontrar el camino correcto en ciertas circunstancias, aquél que agrada a Dios. Comprendí mi error. Me disculpé y borré mis palabras que no edificaban en nada. Luego leí estas fuertes palabras en Mateo 7 que sacudieron mi alma:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.”
Una sobrina que sabe que estoy reflexionando en este tema me escribió: “Yo pienso que no debemos decir nada en público, nuestra misión no es criticar y menos a los sacerdotes que son seres humanos, que también se equivocan. ¡Debemos HONRAR y agradecer el gran esfuerzo que hacen cuando lo dejan todo para servir al Señor! Honrémoslos ORANDO. ¡La oración es nuestra misión de amor para ellos y toda la Iglesia!”
Me gustaron sus palabras y nuevamente pensé en la parábola de la cizaña. Siempre viene a mi mente cuando medito estas cosas. Dios ve el corazón del hombre, nosotros no.
«Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo, sembró malas hierbas en medio del trigo, y se fue. Cuando el trigo creció y empezó a echar espigas, apareció también la maleza. Entonces los trabajadores fueron a decirle al patrón: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, viene esa maleza?» Respondió el patrón: «Eso es obra de un enemigo.» Los obreros le preguntaron: «¿Quieres que arranquemos la maleza?» «No, dijo el patrón, pues al quitar la maleza, podrían arrancar también el trigo.” (Mateo 13, 24-29)
Es evidente que Dios no piensa como los hombres. Su pensamiento es puro, misericordioso y lleno de amor por la humanidad.
A veces creo que la oración es la mejor opción que tenemos. Es un acto de caridad y agrada a Dios. Decía el padre Pío que “la oración es la llave que abre el corazón de Dios”.
¿Qué opinas? ¿Tendremos la capacidad de ser instrumentos de su paz? ¿Seremos capaces de cambiar positivamente a los demás con nuestro ejemplo, viviendo el Evangelio, siendo un reflejo del amor de Dios?
Y lo más importante… Pregúntate: “¿Qué haría Cristo en nuestro lugar?”