Ocurrió hace muchos años. Conversaba con Vida mi esposa sobre lo que pasaba en el mundo y cómo se ofendía al buen Dios. Estaba sorprendido, nunca imaginé lo que viviríamos en estos tiempos oscuros. De pronto, uno de mis hijos, el pequeño, nos miró sorprendido y exclamó:
“¡Yo quiero ser del equipo de Jesús!”
Esta noche mientras reflexionaba en todo lo que ocurre, los ataques a nuestra santa Madre Iglesia y al buen Papa Francisco, y Jesús viendo todo esto, me gustaría decir como mi hijo: “Yo quiero ser del equipo de Jesús. Me pongo del lado de su Iglesia”.
Esta semana tuve la oportunidad de entrar en una discusión y les dije: “Soy católico. Y me siento feliz de serlo. No estoy de acuerdo con lo que algunos de sus miembros hacen. Pero no por ello dejaré de amar mi Iglesia que es santa y madre”.
¿Cómo puede ser santa con tantos pecadores?
Estos son buenos tiempos para remitirnos al Catecismo de la Iglesia y encontrar las respuestas que muchos buscamos.
“La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y en Él, ella también ha sido hecha santificadora”. (824)
No es santa por nosotros sino por su origen divino. Acoge a los pecadores y nos ayuda a santificarnos. Y tienes libre albedrio para elegir tu camino.
“Comprendí que, si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que este corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que el Amor solo hacía obrar a los miembros de la Iglesia, que, si el Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre… Comprendí que el Amor encerraba todas las vocaciones, que el Amor era todo, que abarcaba todos los tiempos y todos los lugares… en una palabra, que es eterno”. (Santa Teresa del Niño Jesús)
Es muy sencillo. El que ama vive en la presencia de Dios que es amor. Y nunca querrá ofenderlo.
¿Ahora comprendes?
Nos hemos alejado del amor y la pureza de alma y corazón. Por eso tantos pecados.
En medio de esta crisis profunda, esta tormenta que nos azota, recuerdo estas palabras del Evangelio:
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Acaso las pruebas, la aflicción, la persecución, el hambre, la falta de todo, los peligros o la espada?” (Rom. 8, 35)
Respondo:
“Te amo Jesús. No te dejaré. Ni te abandonaré. Estoy contigo”.
¿Y tú, amable lector?
………
Esta noche, antes de dormir, oremos por nuestros sacerdotes. Que Dios les dé sabiduría, y santidad. Bondad y misericordia.
………….
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