A menudo alguien se me acerca y me dice: “He leído algunos de sus escritos sobre la confianza, la fe, y las visitas a Jesús en el sagrario. Quería preguntarle:
¿Por qué Dios no me escucha? Le pido en medio de ms dificultades que me de un momento de paz, le pido tantas cosas y lo siento ausente, lejos”.
Me parece que no comprendemos a Dios lo suficiente. Su tiempo es diferente al nuestro. Él es eterno, nosotros temporales. Él piensa en términos de eternidad nosotros queremos todo para ayer. Somos impacientes.
Escuchaba una hermosa reflexión del padre Teófilo Rodríguez sobre este tema y me gustaría compartirla contigo:
“El hombre y la mujer pacientes saben que todo lo pueden en aquél que nos conforta”. (Padre Teófilo)
¿Cuál es la clave para pedir a Dios? Perseverar y ser pacientes. Creer en su Palabra. Confiar ciegamente que ya nos concedió lo que pedímos.
La Biblia está llena de referencias sobre esto. ¿Dios nos escucha?
“La súplica del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante”. (Santiago 5, 16)
“Con él tenemos la certeza de que, si le pedimos algo conforme a su voluntad, nos escuchará. Y si nos escucha en todo lo que le pedimos, sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido”. (1 Juan 5, 14-15)
Dios escucha al que persevera y es paciente. Al que lo busca con recta intención.
A veces responde y no nos damos cuenta por tener nuestros pensamientos en la aflicción y la incertidumbre.
Siempre recuerdo a este joven que estaba pasando serias dificultades y le recomendé hacer una visita diaria a Jesús en el sagrario. “Te garantizo que Él te va a escuchar. Siempre atiende nuestras suplicas. Es un gran amigo”.
Tiempo después me lo encontré y le pregunté cómo le iba.
“Igual”, me respondió, “nada ha cambiado. Jesús no me ha escuchado y no sé qué hacer”.
“Estás seguro?”, le pregunté. “Analiza un poco tu vida desde que visitas a Jesús en el sagrario. ¿Es igual, mejor o peor?”
Se quedó pensando un rato y al final concluyó:
“Me parece que estoy mucho mejor. Honestamente, no sé cómo no me percaté de estos cambios. Tal vez por mi impaciencia. ¡Es increíble! Ahora soy más tolerante y tranquilo, tengo una paz interior que me impresiona y rezo con más facilidad. Disfruto de la presencia de Jesús en el sagrario y me sé acompañado por Él”.
Me miró impresionado.
“Pero esto ya tú lo sabias, ¿verdad?”
Asentí con la cabeza.
“Sabía que algo había cambiado en ti. ¿Cómo? Es muy sencillo”, le respondí, “Jesús NUNCA te va a defraudar. Es un gran amigo y lo da todo por nosotros. No conozco a nadie que vaya a ver a Jesús al sagrario y salga igual”.
Ambos quedamos admirados por tanto amor de Jesús en el sagrario.
¿Te puedo pedir un favor? Cuando vayas dile: “Claudio te manda saludos”. Me encanta enviarle saludos de diferentes países y sorprenderlo.
¡Dios te bendiga!
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