Quisiera empezar hoy con esta breve oración. Es como una jaculatoria que me brota del alma.
“Señor, necesito de ti”.
Soy un pecador. ¡Qué lejos estoy de la santidad que siempre anhelé!
Lo que hago es reconocer que soy débil, y luego me propongo hacerlo todo lo mejor que puedo, rezo, confío y me abandono en las manos de Dios.
¿Te ha pasado que quisieras algo diferente en tu vida? Yo sueño con tener contento a Dios. No transcurrido diez minutos desde que tomo esa resolución y hago lo contrario. Esto no es nuevo en la humanidad. Ya san Pablo se había percatado y escribió:
“De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. (Carta a los Romanos 7, 17)
No comprendo por qué, siendo como soy, Dios nos ama tanto.
A menudo le pregunto como en esta bella canción: “¿Por qué te has fijado en mí?”
https://www.youtube.com/watch?v=ellfiSXicHY
Me encanta cuando dice:
“Es imposible conocerte y no amarte…”
A mis 60 años me sigo preguntando el porqué de muchas cosas. Tengo tantas inquietudes. Pero también poseo una certeza:
Sin Dios nada puedo.
Cada vez que trato de emprender un proyecto por mis propias fuerzas, siempre sale mal. Cuando Dios está en medio, todo cambia.
Por eso procuro siempre tener a Dios en medio de cada actividad de trabajo, familiar… Me ayuda porque recuerdo que Dios nos ve y que debo amar. Que Él está pendiente de nosotros. He descubierto que hay una enorme diferencia cuando emprendes algo sin tener en cuenta a Dios y cuando antes de empezar le ofreces todo lo que harás.
Cada vez que siento frente al ordenador para escribir estos blogs, le pido humildemente:
“Buen Dios, convierte mis palabras en una oración grata a ti”.
Igual, cuando voy a trabajar. Al iniciar le pido:
“Señor, convierte mi trabajo en oración”.
Hace poco un pobre se me acercó y me pidió algo. No le hice caso. Pero al segundo me di cuenta de grave error. Recordé las palabras que solía decir este santo Chileno, san Alberto Hurtado: “El pobre es Cristo”.
Estaba perdiendo la maravillosa oportunidad de darle algo a Cristo.
Me di vuelta y lo busqué. Sentí una gran alegría cuando lo encontré y me acerqué a él. Le pedí perdón por darle tan poco, ya que no tenía mucho conmigo en ese momento y me respondió:
“Lo que vale es lo que haces ahora.”
Sonrió amablemente y luego añadió:
“Dios te bendiga”.
……………
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