Faltaban pocos días para la Navidad. Aquella noche de 1989 me encontraba en casa con mi esposa, a punto de dormir, cuando escuchamos los primeros bombazos. No imaginé que en ese momento se iniciaba la “Operación Causa Justa”, llevada a cabo por el Ejército de los Estados Unidos, invadiendo mi pequeño país, dejando incontables muertos. Leí que el sismógrafo del Instituto de Geociencias de la Universidad de Panamá “detectó el estallido de una bomba cada 2 minutos durante 14 horas”.
Recuerdo aún el sonido del bombazo, era algo lejano y pensé ingenuamente: “Celebran un matrimonio con fuegos artificiales.” El segundo bombazo me hizo reaccionar, sacudió las paredes y los vidrios de las ventanas de mi casa. Timbró en ese momento el teléfono y nos advirtieron: “Empezó la invasión”.
Pensé en las personas que se encontraban trabajando lejos de sus hogares, ¿Cómo harían para ponerse a salvo?
Dirigí mi mente hacia el sagrario de una iglesia cercana. Hice una pequeña oración, me encomendé a Dios, moví a mi familia a un cuarto de la casa que no usábamos y coloqué un par de colchones sobre las paredes creyendo que detendrían cualquier bala. No sabía en ese momento que las que usaba el ejército americano eran capaces de atravesar paredes.
Me vi en un conflicto muy grande. Era católico. Pensé y reflexioné mucho en esto: “¿Cómo podría compaginar mi fe y valores humanos en medio de un conflicto armado?”
Pasaron muchas cosas inimaginables que vi y prefiero no relatar.
Me costó mucho vivir mi fe, ser consecuente con ella, perdonar y actuar con misericordia. Dejar el egoísmo a un lado y pensar en ayudar a los demás.
Han transcurrido muchos años desde aquella noche que marcó mi vida como esposo, padre de familia y católico… y la de muchos panameños que sufrieron. Hoy, las redes sociales se han visto inundadas de reflexiones y pensamientos, dependiendo de qué lado del conflicto te encontrabas.
Hoy reflexiono en nuestra fe y el Evangelio, que es para ser vivido, sobre todo en momentos así.
En días como hoy pienso y trato de comprender cómo hicieron los países involucrados en la Guerra como Japón y los Estados Unidos para dejar atrás el pasado, reconciliarse y perdonar.
Amado Jesús, Señor del Sagrario, hoy te pido por mi país, que podamos perdonar, reconciliarnos como panameños crecer juntos con dignidad, tolerancia y respeto.