4:00 pm Julio de 2007
Me encuentro tomando una importante decisión. He reflexionado mucho. Me hallo en el patio interior de mi residencia, sentado en una de las sillas de mimbre. Una gran inquietud me carcome el alma.
“¡Estoy cansado!”, me digo, “¡Basta! ¡Ya no más!”
Había optado por dejar todas mis actividades para dedicarme a escribir y compartir mis aventuras y las experiencias de otros, con Dios. Me había bastado aquel encuentro frente al sagrario, cuando me pareció escuchar esa voz, clara, dulce, que me pedía:
“Escribe, deben saber que los amo”.
Pero las cosas no iban como yo esperaba.
Había gastado hasta el último centavo que tenía editando los libros. Y no lograba que ninguno llegara a un lector. Era una situación desesperante.
¿Cómo llevar un mensaje tan importante de esta forma?
Quería dar esperanza, consolar. Y no podía. Me sentía amarrado de pies y manos.
Me acordé en ese momento de un pasaje de la Biblia. Le ocurrió al profeta Elías y busqué mi Biblia. Allí estaban estas palabras esperándome:
“Caminó por el desierto todo un día y se sentó bajo un árbol. Allí deseó la muerte y se dijo: «Ya basta, Yavé. Toma mi vida, pues yo voy a morir como mis padres.» Después se acostó y se quedó dormido debajo del árbol. Un ángel vino a tocar a Elías y lo despertó diciendo: «Levántate y come.» Elías miró y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras calientes y un jarro de agua. Después que comió y bebió, se volvió a acostar. Pero por segunda vez el ángel de Yavé lo despertó diciendo: «Levántate y come; si no, el camino será demasiado largo para ti.» (1 Reyes 19, 4 – b7)
Me di cuenta que Dios siempre sale al encuentro.
Nos alimenta de mil formas, con su Palabra, en la Eucaristía, con las gracias que nos da.
Comprendí también “mi impaciencia” por lograr resultados de algo que no estaba en mis manos.
Tenía que confiar.
Se me había pedido algo sencillo: “escribir”. Era lo que estaba en mis manos. Dios haría lo demás.
Y yo había desconfiado al no ver resultados inmediatos.
¿Te ha pasado alguna vez? Colaboras en un apostolado de tu iglesia y no ves resultados. Por ello decides abandonarlo. “Mejor que otro se encargue”, te dices, sin comprender que Dios te ha llamado a ti. Que le ilusiona verte trabajando por el Reino.
¿Te está ocurriendo en este momento?
Dios necesita de nosotros, para llevarlo a los demás.
“Señor”, dile, “Auméntanos la FE”.
Y no temas. Ora, confía y deja que Dios haga lo demás.
Mi experiencia con el paso de los años, y más de 150 libros publicados, presentes en 15 países, traducidos en 4 idiomas, es que debes ser paciente.
El tiempo de Dios no es el tuyo.
¡Ánimo! Dios espera mucho de ti.
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¿Conoces los libros de nuestro autor, Claudio de Castro? Te renuevan la vida, te ayudan a recuperar la paz y la esperanza.
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Los dejo con esta bella canción. Escucha con atención sus palabras…
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