Hoy una joven adolorida y desanimada por todo lo que ocurre en nuestra Iglesia me dijo: “Yo sólo creo en Jesús”.
Me quedé reflexionando en sus palabras, recé por ella, por nosotros, por ti y luego miré a Jesús en aquella cruz. Lo pensé como si levantara su cabeza con esa corona de espinas ensangrentada. Abrió un poco sus ojos y me miró directo a los míos:
“Y tú, Claudio, ¿en qué crees?”
Vi su espantoso dolor, lacerado su cuerpo místico por algunos sacerdotes que debían custodiar sus enseñanzas y a los inocentes y la fe. Y lacerado por nuestros pecados, también.
Me salieron del corazón estas palabras, para consolar su Sacratísimo Corazón: “Yo te amo Jesús”.
Y empecé a recitar el credo, donde se establecen las enseñanzas de nuestra fe:
“Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso, y desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén”.
“Esto es en lo que yo creo, Jesús. En tus enseñanzas, y nuestra santa y Madre Iglesia, católica, universal”.
Se ha sembrado la oscuridad, y se dispersa como una mancha de tinta sobre el agua, por tanto, necesitamos acercarnos a la luz, para poder caminar sin tropezar. Es como estar perdido en una montaña una noche oscura, vez una fogata, vas hacia allá, podrás calentarte y te sientas cerca para estar iluminado en aquella tenebrosa oscuridad.
¿Dónde puedes hallar esa luz?
“Jesús les habló otra vez diciendo: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”. (Juan 8, 12)
Ilumina nuestras vidas, buen Jesús. Te necesitamos.
Esto son tiempos para aumentar nuestra fe y pararnos al lado de Jesús y nuestra Iglesia.
Yo me declaro católico, amigo de Jesús y no me voy a separar de su lado. Es mi mejor amigo y los amigos se apoyan.
“Te quiero Jesús. Cuenta conmigo. Aquí estoy, para ti. Mi fe es débil, todo lo que está pasando me hace dudar. Auméntame la fe”.
Es como si Jesús te respondiera:
“No temas. Yo estoy con ustedes, hasta el fin del mundo”.
De pronto he recordado estas palabras, fuertes, seguras, que me dan fortaleza:
“Yo sé que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni las fuerzas del universo, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas espirituales, ya sean del cielo o de los abismos, ni ninguna otra criatura podrán apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.” (Romanos 8, 38-39)
¡Ánimo! ¡Ora… ten Fe!
¡Dios te bendiga!
………….
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