La tradición y la piedad popular nos han legado una gran cantidad de intercesores, generalmente desconocidos. Aquí tienes algunos ejemplos de santos a los que puedes rezar (para tomártelo con amor y humor)
¿A qué clase de santo puedes rezar cuando no puedes pagar tus impuestos? ¿A quién le pides paciencia en los atascos? ¿Una visita al dentista dentro de poco? Aquí tienes 18 hombres y mujeres excepcionales a los que puedes recurrir.
Para levantarte con el pie derecho
Para san Germán, el día comienza suavemente. Este obispo de Auxerre del siglo V, respetado por los jefes bárbaros y también por los emperadores, restituyó la voz a unos gallos que la habían perdido. Por falta de despertador, la gente seguía durmiendo, la vida del pueblo estaba perturbada. Germain l’Auxerrois curó a los gallos. La vida volvió a la normalidad. La gente le ha estado rezando desde entonces para despertarse sin problemas.
¿Buscando trabajo?
Confía en san Adauco, Ministro de Finanzas del Emperador Diocleciano en el siglo IV, que perdió su vida y su trabajo cuando su jefe se enteró de que era cristiano. Lo hizo quemar vivo en su casa.
¿Al borde del desgaste?
Si tu trabajo te pone a prueba, ve directamente al protector de las víctimas de la esclavitud, san Benito llamado el Negro. En el siglo XVI, en Sicilia, luchó toda su vida para mejorar las condiciones de los trabajadores. También hay empleados que, además de san Dicat, tienen una especial devoción por san Leonardo, que causó un gran escándalo en la década de 1880 al sugerir a los patrones cristianos que limitaran la jornada laboral de sus trabajadores a ocho horas.
Si no puedes pagar tus impuestos…
Pagar los impuestos es la angustia de más de uno. ¿Por qué no delegar el delicado asunto a san Eusebio? Fue asesinado en el 884 por un usurero tras haberlo denunciado públicamente.
¿Una visita al dentista dentro de poco?
En el dentista, surge un cierto alivio al pensar en todos esos mártires, como santa Apolonia de Alejandría († 249), patrona de la profesión, que prefirió que le sacaran los dientes (sin anestesia) antes que negar su fe.
¿A quién le pides paciencia en los atascos?
Reza a san Cristóbal († 250), patrón de los automovilistas, o a san Fiacro († 670). Sin olvidar a san Lázaro, a quien hay que pedirle paciencia. Muerto en 867, tuvo que ir al Purgatorio a pesar de sus méritos, por haber rechazado, en el momento de su muerte, el perdón a los herejes que le habían quemado las manos.
Si tienes los nervios al límite, piensa en San Donald
San Donald de Ogilvy († 716) fue un viudo escocés que intentó en vano encontrar un marido para sus nueve hijas. Las hijas rechazaron a cada uno de los pretendientes con pretextos fútiles. Hasta que le confesaron a su exasperado padre que el único marido adecuado para ellos era Jesucristo. Aliviado, Donald transformó su casa en un convento y se convirtió en su abad.
Cuando la cena resulta quemada (o envenenada), debes rezar rápidamente…
San Silvestre Ventura († 1348). Cocinero de su monasterio, a menudo se extasiaba delante de sus cazuelas, ¡los ángeles venían para ser sus ayudantes! En caso de indigestión, la tradición y el rey Francisco I recomendaron la intercesión de san Arcade, que murió como mártir en el año 302 después de haber sido obligado a ingerir masa de pan durante varios días.
Los santos que acompañan tus dietas
Para perder unos kilos de más, (lo que no te exime de reducir el azúcar y la grasa), tienes que invocar a san Isnard. Este monje de Pavia del siglo XIII era tan obeso que no podía salir de su celda al final de su vida.
Si tienes que quedarte hasta tarde a la oficina
Si tienes que trabajar hasta muy tarde por la noche, rézale a san Efrén el Sirio († 373) para no quedarte dormido delante de tu ordenador. Era un monje en Edessa y estaba tan ocupado escribiendo su comentario de la Biblia que se olvidaba de acostarse y se dormía en su silla.
Lo mejor que puedes hacer en caso de insomnio
Si sufres de insomnio, encontrarás el sueño gracias a san Desiderio. Los sermones de este obispo de Langres, que murió en el 407, eran tan largos que casi todos los fieles se dormían antes del final.
Por Luc Adrian