Para evitar “salirse del camino” matrimonial, construyen su amor sobre roca y lo nutren con los sacramentos, sobre todo la EucaristíaAmarse toda una vida, por encima de las dificultades, casarse y permanecer casados es un desafío para muchas parejas que se comprometen hoy día.
Las parejas cristianas disponen de muchos mimos para apoyarles en esta audaz aventura: muchos movimientos (Equipos de Nuestra Señora, Proyecto amor conyugal, Amour et Vérité,…) ayudan a alimentar su relación conyugal.
Teniendo en cuenta a todas las generaciones, las propuestas son ricas, y las jóvenes parejas católicas, así como sus padres, están presentes y son consideradas.
Pero no nos equivoquemos: los grupos de conversación y los cursos de verano no son soluciones milagrosas.
Si las parejas cristianas intentan “seguir el camino” más que otras – y con todo, nadie está a salvo de fracasar – es porque su amor se construye sobre la roca y se nutre de los sacramentos.
Vivir su sacramento del matrimonio día a día, fielmente, es el desafío de la pareja cristiana. Y más cuando la esperanza de vida no deja de alargarse…
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La fuente del compromiso
¿No hay tiempo de ir a misa? Nuestras jornadas acrobáticas nos empujan rápidamente a relegar los sacramentos al último rango de nuestras prioridades.
La cuestión es que el amor conyugal 100 % humano no está hecho para una travesía de largo recorrido. Es necesario sumergirnos sin cesar en la fuente de nuestro compromiso.
Quizás ustedes sean una de las muchas parejas que escogieron para el día de su boda ese texto de san Pablo: “El amor es paciente, el amor etc.”.
Los cielos de sus amores estaban claros, sin nubes, y ustedes se sentían probablemente a la altura de este magnífico plan de ruta.
Sin embargo, el camino hacia la cima está sembrado de baches y las palabras del Apóstol han podido resonar luego como un ideal inalcanzable…
Cuando las dificultades del día a día vienen también a desteñir el vínculo primero de nuestra relación conyugal, la realidad de esta presencia de Cristo estalla en los sacramentos.
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La eucaristía, lugar de resurrección
La Eucaristía es pedestal y savia de la vida conyugal. Así lo explicaba el padre Henri Caffarel, fundador de los Equipos de Nuestra Señora, en 1964:
“La Eucaristía es fuente de amor, dispensa a cada uno de los miembros del hogar las riquezas del sacrificio de Cristo. La Eucaristía forma el hogar, ultima y vivifica la unión de los esposos operada por el sacramento del matrimonio”.
Unas palabras revitalizantes que nos recuerdan lo que experimentamos cada vez que comulgamos el cuerpo de Cristo: nuestro amor, cien veces herido, es renovado cada vez.
La misa, porque es la actualización del misterio pascual, es ciertamente un lugar de resurrección. Para los matrimonios católicos es una cita vital.
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Por Anne Gavini