El despertar musical y la sensibilidad artística se forma desde una edad muy temprana. Transmitir el gusto por la música a nuestros hijos no es tan difícil si lo hacemos bien.
Madre de familia, organista y profesora de música, Marie-Pierre Picot desvela a los padres sus consejos para transmitir la pasión por la música a los niños.
¿Cómo hacer descubrir a nuestros hijos la belleza a través de la música?
Al implicar en ello la parte afectiva del niño. Cuando lleven a su hijo a un concierto, ¡inviten a su mejor amigo! Cuando descubra un nuevo artista en casa de algún amigo, regálenle su álbum.
Expliquen por qué les gusta una determinada música y cuéntenle la historia en la que una determinada canción les hace pensar. Así, en el canon de Johann Pachelbel, la base vuelve siempre, expresando constancia, tenacidad. Esta música significa, para mí, la imagen de la tenacidad de una persona, por encima de la cual pueden manifestarse sus deseos, lo cual puede interpretarse a través de una melodía más ligera.
De igual modo, explico a los niños por qué no me gusta cierto tipo de música. En pintura es igual: delante de un cuadro, puedo decir que me gustan sus colores, por ejemplo, pero que no comprendo lo que el pintor quiso transmitir.
¿Por qué tipo de música es mejor comenzar?
¡Creo que hay que proponerles todo tipo de música y con mucha frecuencia! Pueden, por ejemplo, llevar a los niños a audiciones de escuelas de música, a conciertos de Navidad y a producciones de orquesta.
Además, en estos lugares es donde se reúne un gran público y donde se cosechan grandes aplausos. Lo que sucede en una sala de conciertos también es importante y el niño puede percibirlo.
Nosotros llevamos a menudo a nuestros hijos a conciertos, incluso al pequeño de 4 años, que se duerme al cuarto de hora con su peluche. Sobre todo, no hay que esperar a la adolescencia para empezar: los adolescentes son demasiado críticos.
En cuanto a las elecciones musicales, todas son buenas, desde la música clásica hasta la popular como los Beatles.
En definitiva, hay que dar la oportunidad a los niños de experimentar emociones musicales muy intensas. Cuando tenía 5 años, escuché cantar a una señora con un vestido rojo bermellón. Aún tengo presente ese recuerdo, porque aquella señora me dio ganas de ser música.
Pero cuidado, las dosis de música hay que inocularlas de forma homeopática: el niño debe quedarse siempre con hambre. Además, debe sentir que tiene libertad en sus gustos. ¡No porque no le guste cierto tipo de música sus padres le querrán menos!
¿Cómo reaccionar cuando un niño se apasiona por músicas de moda?
Cuando un niño descubre a un artista de moda, hay que preguntarle si lo admira, si le parece inteligente, si tiene ganas de conocerle o conocerla. Lo importante es que el niño formule por qué le gusta uno u otro cantante. Tenemos derecho a decir que algo no nos gusta sin tener por qué decir que es horrible.
Hay que comprender que los adolescentes están a la búsqueda de ídolos, que necesitan formar parte de un clan y que les gusta lo que le guste a los miembros del clan.
¡Cuanto más libre se sienta de elegir sus estrellas, más rápido también se deshará de ellas llegado el caso! Y cuidado con el espíritu de contradicción: si le dicen que un artista es pésimo, más se apuntalará en su elección.
Así que demos libertad a nuestros hijos para que les guste la música que quieran pero, al mismo tiempo, orientémosles hacia otros iconos. Por ejemplo, podemos invitarles a escuchar a cantantes de nuestra época, un buen enlace con la música.
¿Cómo evitar que el niño se obceque con un estilo y no tenga nada de variedad?
Hay que estar muy tranquilo en relación a los gustos de los niños, porque cambian. ¡Cada cosa a su tiempo! La madurez condiciona el gusto. Por ejemplo, a los 5 años a uno le gusta beber Coca Cola y los 40 le gusta el buen vino.
Podríamos decir incluso que el “mal gusto” de los niños es un tránsito obligado… Y tampoco es necesario hablar de mal gusto, sino de progresión: de pequeña, me gustaba Offenbach, antes de adorar a Bach.
¿Todo el mundo puede apreciar la música?
No hay que ser un entendido para apreciarla. Basta con aprender a fantasear sobre una música sin miedo a decir las cosas que nos pasan por la cabeza. Saber traducir una emoción musical en palabras. Es importante también mostrarles las cualidades de diferentes interpretaciones.
Mis hijos, por ejemplo, se dieron cuenta de que una interpretación podía hacerles bailar ¡mientras que otra interpretación de la misma música no les producía ningún efecto!
¡Pero sin duda algunas músicas necesitan algo de explicación!
Evidentemente. Un acercamiento intelectual o científico procura grandes emociones musicales. Mi madre me descubrió una sonata de César Franck… tuve que escucharla mucho para disfrutarla. La Misa de Pentecostés de Messiaen es menos accesible que la de Clayderman. Pero hay efectos comparables a los efectos de luz empleados en una acuarela…
¿Qué aconseja usted a los padres cuyos hijos deseen tocar un instrumento?
Lo esencial, en mi opinión, es confiar a los niños a un profesor con mucha humanidad. Hay una inmensa parte afectiva en el aprendizaje de la música. Mi hija, que trabaja en una pieza de violonchelo, se esfuerza por tocarla como la toca su profesor, porque tiene una química muy buena con él.
Más adelante, ella podrá poner más de su parte: un buen profesor es también alguien que quiere que sus alumnos crezcan. Si el niño es respetado, se siente libre tocando su instrumento. En efecto, interpretar es mostrarse tal y como es uno.
Por eso no dudo en decir que lo primero no es saber elegir el instrumento, sino al profesor. Si no se establece ninguna relación fuerte con el alumno, más vale no insistir. A largo plazo, un mal profesor puede incluso ser “tóxico” para un niño con un auténtico talento musical.
Bénédicte de Saint Germain