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Hijos y pantallas: cómo plantear límites sin gritos ni enfados

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Edifa - publicado el 19/12/20
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Te explicamos cómo limitar el tiempo de pantalla de tu hijo, sea niño, adolescente o joven, sin gritos ni enfados¿El asunto de los dispositivos digitales se ha convertido en una fuente de conflicto en tu familia? ¡No te desanimes! En esta entrevista al psicoterapeuta Didier Pleux te ofrecemos algunas estrategias para limitar el tiempo frente a las pantallas de tus hijos.

Regular las horas de móvil puede enseñar al niño, al joven o al adolescente a dominar su frustración, esta es una de las ideas de su  libro sobre autocontrol en los niños Développer le self-control de ses enfants (ed. Odile Jacob).

No es un derecho

¿Por qué los padres tienen tanta dificultad para regular la gestión de las pantallas?

Son muchos los padres que consideran la frustración como una castración. Sin embargo, la frustración es decir simplemente: “No puedo hacer todo lo que quiera siempre” y “No estoy solo”.

Contrariamente a la televisión y el ordenador, el adolescente lleva el móvil consigo, como una prenda de ropa. Le permite vivir su propia vida, sobre todo para escapar de la familia y de los intercambios relacionales.

Es un caso extremo, pero acabo de recibir a una madre que había regulado el tiempo que pasaba su adolescente en el móvil porque sus notas estaban bajando y el joven se plantó en comisaría por maltrato… Hay que explicar a los niños que el móvil es un medio de comunicación, no un derecho inalienable.

Hay que explicar a los niños que el móvil es un medio de comunicación, no un derecho inalienable.

¿Los padres pueden llegar a suprimir las pantallas en algunos casos?

Sí, cuando un adolescente no es capaz de controlar su pantalla solo o sola, por ejemplo, cuando busca pornografía. El ambiente general debe ser de empatía hacia los hijos, pero los padres también tienen derecho a contrariarles y contradecirles. Con un hijo autónomo, que utiliza su móvil para enviar mensajes a los amigos, la organización del tiempo de uso no plantea problemas.

El problema concierne a los niños frágiles, influenciables o poco tolerantes a las frustraciones. Sin mediación adulta, van a sitios de inmediatez o juegan a videojuegos durante horas, en la satisfacción de un principio de placer inmediato. Si el joven abusa o si navega por sitios prohibidos para menores, ¿por qué habríamos de dejarle el móvil? Al suprimirle el smartphone, podrá entrar en Internet en casa de un amigo, lo que viene a ser lo mismo.Lo hará, pero, además, sin el aval de los padres, y eso supone una gran diferencia, porque sabe que está ignorando otra prohibición.

Si el joven abusa o si navega por sitios prohibidos para menores, ¿por qué habríamos de dejarle el móvil?

Autocontrol

¿En qué consistiría un “código familiar de buena conducta” en relación al smartphone?

Sería un contrato decidido por los padres que concretara el tiempo concedido al móvil, igual que con las horas de salida. Dar un móvil sin límites implica una autorregulación, pero ¿un niño de 11-12 años que se deje a su aire va a dirigirse naturalmente hacia un sitio web inteligente?



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Las invitaciones sexuales, por ejemplo, son numerosas en Internet, y hay compañeros mal intencionados encantados de explicar a los novatos cómo conectarse a esos sitios.

Una vez reguladas las franjas horarias de acceso a Internet, ¿cómo se les ayuda a gestionar la frustración?

Hay que empezar pronto, de lo contrario se convierte en una guerra constante. Frustrar no es sancionar, privar de libertad o provocar berrinches; es haber aumentado con antelación el umbral de tolerancia del hijo, enseñándole a dar de sí mismo.

¿Ayuda en casa, participa en las comidas, se ocupa de su ropa sucia? Si no tiene horarios regulares ni deberes que hacer y es alimentado cuando le place, ¿cómo podría de repente aceptar una privación total del móvil?

Los padres deben enseñar a su hijo el principio de realidad y el sentido del esfuerzo, que hay que ajustar en función de la edad. Podemos autorizarle el acceso a Internet tras haber hablado de ello con él y haberle preguntado con qué objetivo pretende usarlo. A posteriori, la represión y la artillería pesada no resuelven, por desgracia, el problema de fondo.

Actividades para desarrollar tolerancia a la frustración

¿Quiere decir que llega un momento en que es demasiado tarde para frustrar a un hijo quitándole el teléfono?

Si los mismos padres están conectados todo el día a su pantalla, será más difícil. Es menos coherente también retirar una pantalla si los niños no tienen ningún límite, si su ego ha sido demasiado desarrollado, si es incapaz de aprender una declinación en alemán o de estar atento en clase de física.

Todo está relacionado, y si un niño vive siempre en el placer, la menor frustración se vuelve inaceptable. Si es autónomo en el placer, entonces ¿por qué no pasear al perro, poner la mesa, ser responsable de una tarea familiar, ganarse una paga…? Estas pequeñas acciones permiten evitar desarrollar una intolerancia a la frustración.

El escultismo también es una excelente escuela de vida. Hacer un fuego, montar un campamento, preparar la comida… Los scouts extraen un mayor placer después de haber estado limitados a hacer alguna cosa para la que los adolescentes ociosos son atendidos sin ningún esfuerzo. Del mismo modo, una educación religiosa permite en principio trascender la ley del ego, no sentirse por encima de todo.

Placer y adicciones

¿Cómo funciona la frustración a nivel psicológico y del cerebro?

El cerebro primario emocional está programado para el placer y para comer, sobrevivir, dormir. Si un niño no está acostumbrado a posponer el placer, su córtex, es decir, su inteligencia racional, se debilita. Inundado por un placer inmediato, incapaz de resistirlo, se convierte entonces en más proclive a desarrollar una adicción.

El niño inmaduro necesita una instancia moral que frene su pulsión (el “ello” en psicoanálisis). Al principio, los padres se encargan de eso; luego, la moral interior toma el relevo normalmente. El equilibrio entre placer y displacer se aprende, no es innato, contrariamente a lo que se escucha, porque el niño está inclinado naturalmente hacia el placer. Es un ser de emociones que se puede educar y, además, los niños que carecen de adultos significativos tienen un fuerte desprecio por sus padres ausentes.

La violencia

La pantalla suscita muchas más frustraciones que los otros ámbitos. ¿Por qué es más violenta la frustración relacionada con las pantallas?

La adicción a las pantallas ya se trata en los centros especializados. Según el jurista Joël Bakan, autor de Nos enfants ne sont pas à vendre (“Nuestros hijos no están en venta”, ed. Les Arènes), la pantalla tendría un poder adictivo tan fuerte como el de una droga dura. Cuando le arrancamos de su videojuego favorito, el niño puede sentirse inundado por la ansiedad, la ira y la depresión. Son los mismos síntomas que tiene un heroinómano cuando se le retira la droga, porque el uso de una pantalla provoca estímulos en el cerebro emocional que le hacen perder la noción del tiempo y le impiden desengancharse. Por eso no conviene suprimir todas las pantallas de golpe. Regular el móvil es darle armas al niño, permitirle descubrir bondades diferidas más grandes.

Cómo usar las pantallas

¿Qué uso concreto del móvil y de las pantallas recomendaría usted?

No responder de inmediato a los mensajes de texto permite dedicar más tiempo a hablar, concentrarse en sus deberes o en el momento presente.

No responder a esa solicitación permite diferir y humanizar su deseo, como la alegría de recuperar el móvil el fin de semana.

También hay que explicar al niño que el móvil no es una herramienta anodina y no autorizarle acceso a Internet cuando ningún adulto esté presente en la casa.

Dárselo todos los días es crear un hábito de vida que será difícil de romper. Mientras un niño esté escolarizado, debe dedicarse a su trabajo durante la semana.

En cambio, puede utilizarlo una hora el sábado y otra el domingo, y quizás el miércoles, no necesariamente de manera sistemática, si ha terminado sus deberes.

El psiquiatra Serge Tisseron recomienda además prohibir Internet antes de los 9 años y los medios sociales antes de los 12 años. Y luego, consumirlos en pequeñas dosis.

Entrevista realizada por Olivia de Fournas


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