La fiesta de la Cátedra de San Pedro es una gran desconocida, ¿sabes por qué ese día los católicos rezan por el Papa?El 22 de febrero la Iglesia católica celebra la cátedra de san Pedro.
La palabra “cátedra”, originalmente, designa la sede del obispo, su sillón, símbolo de su cargo de pastor de la diócesis.
La cátedra desde donde san Pedro presidía la asamblea de los fieles (conservada en el corazón de la basílica de San Pedro de Roma) designa, pues, la sede del primer Papa, obispo de Roma. De modo que se ha convertido, por eso mismo, en símbolo de la misión confiada a todos los papas sucesivos.
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Descubrir el misterio de la Iglesia
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16, 18-19).
En estas palabras de Jesús se fundamenta la autoridad de Pedro y la de sus sucesores.
Si el Papa “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los Obispos como de la multitud de los fieles” (Lumen gentium, 23), no es en razón de sus circunstanciales méritos personales, sino porque ha sido elegido por Jesús para ser el servidor de los servidores de Dios.
Para llevar a buen puerto esta pesada responsabilidad, Jesús le prometió una ayuda muy particular:
“Yo he rogado por ti, para que no te falte la fe” (Lc 22, 32).
Una invitación a rezar por el Papa
La fiesta de la cátedra de san Pedro nos invita a unir nuestra oración con la de Jesús para que el papa Francisco hoy u otro mañana sean siempre la roca sobre la que se apoya nuestra fe.
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Esta fiesta nos da también la oportunidad de contemplar el misterio de la Iglesia, tan frágil y pecadora en su humanidad y, sin embargo, destinada a no sucumbir nunca a las fuerzas de la muerte.
Cuando nos sintamos impulsados a criticar a la Iglesia o despreciar la enseñanza del Papa, pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe a mirar más allá de las apariencias.
Por Marie-Christine Lafon