El tiempo de Cuaresma permite experimentar en los combates de nuestras vidas, en el campo de nuestros retos exteriores pero, sobre todo en los interiores, una tensión más viva frente a la tentación. Para luchar contra tantas tentaciones, tomemos el ejemplo de los atletasMarcar la diferencia… los amantes del deporte conocen y aprecian esta célebre fórmula periodística. Así pues, cuando el campeón, gracias a su esfuerzo, consigue obtener esta diferencia, ¿qué hace en realidad? Se desmarca de su adversario a fin de mostrarle que los caminos ahora divergen.
La diferencia significa que, a base de perseverancia, se agranda una separación. La separación entre la victoria y la derrota, entre el campeón y el segundo. Se mide en segundos, en centímetros, en impulsión.
Todos los atletas os lo dirán, las victorias se obtienen en el entrenamiento, en la oscuridad y la soledad, en el áspero combate contra uno mismo.
La diferencia proviene de este este esfuerzo que consiste en muscular su propia voluntad. ¿Con qué objetivo? No ser el mejor, sino simplemente, llegar a ser el mejor. Ser feliz también, ya que revisitando nuestros momentos de bienestar, de gozo, de alegría profunda, de orgullo personal, comprobamos que sobrevienen a la salida de sufrimientos, de esfuerzos y de privaciones.
Este período de Cuaresma nos permite experimentar en los combates de nuestras vidas, sobre los terrenos de nuestras confrontaciones exteriores y sobre todo interiores, una tensión más fuerte frente a la tentación.
Elegir la victoria
Muy a menudo estamos empantanados en la melaza de nuestras preocupaciones y de nuestras opciones, de nuestros agotamientos y de nuestras búsquedas de consuelo. Estas situaciones están muy bien descritas por San Pablo “No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero” (Rm 7, 19).
Sí, eso somos nosotros. Cuanto más grande más sucumbimos. Lo sabemos, pero caemos. Pues bien, regocijémonos. No con la caída, ya que es inevitable e hiriente, sino regocijémonos… con la tentación. No se trata evidentemente de buscarla, sino de afrontarla. Paradójicamente es nuestra oportunidad, la ocasión de cortar y de optar por la buena opción.
Retomando el término deportivo, la tentación es la zona de contacto, el último regate, el último recorte, el desmarque que permite “marcar la diferencia”, elegir, asumir el riesgo, conseguir la victoria, despreciar la derrota y renunciar al deshonor.
¿Qué queremos llegar a ser? ¿Qué destino queremos abrazar? ¿Una vida de holgazanería o de grandeza? ¿Un camino de vida o de muerte? ¿Convertirnos en paganos o en santos? Cuando la tentación nos atenace, pensemos en esos atletas y en esos santos que eligieron la victoria.
El tiempo de Cuaresma es una competición de alto nivel entre el bien y el mal, confrontación o renuncia. Felizmente, no estamos solos. Nuestras familias, nuestros amigos y nuestros párrocos pueden ser alternativamente nuestros compañeros de equipo y nuestros entrenadores que nos ayudarán a girarnos hacia el Cristo. Siempre es Él quien marca en nosotros la verdadera diferencia.
Arnaud Bouthéon
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