"Tú no eres mi madre, tú no eres mi padre". Esta frase lanzada por un niño o niña no concierne solamente a los padres adoptivos, estrictamente hablando.
A veces este tipo de comentario va dirigido al esposo de una madre soltera que ha reconocido al hijo de ella, aunque no sea el padre biológico; o a un padrastro o madrastra en el caso de un matrimonio después de una viudez; o se da en unas "segundas nupcias" después de un divorcio, o en niños nacidos por inseminación artificial con donante.
Esta declaración del niño o del adolescente rebelde no hay que tomarla como una ofensa, sino como una llamada. Hay que intentar comprender qué intenta expresar a través de esa declaración provocadora.
Por supuesto, eso dependerá de su edad, del contexto, de la situación familiar y de las relaciones que mantenga habitualmente con el o los padres susodichos.
¿A qué se debe una reacción así?
Los niños adoptados tienen en común el sufrimiento del abandono, incluso en el caso de que su madre biológica no les "abandonara", sino que les confiara en adopción. Por consiguiente, todos tienen miedo de ser abandonados de nuevo, incluso cuando no son conscientes de esta angustia o son incapaces de expresarla.
Por esta razón ponen a prueba a sus padres adoptivos, provocándolos para ver hasta dónde llega su amor: "Aunque sea insoportable, aunque te diga cualquier cosa, ¿me seguirás amando? Haga lo que haga, ¿seré siempre tu hijo/a?"
Lo mismo sucede en el caso de un padre que ha reconocido al hijo de su esposa: el niño intenta ver si ese padre es su "padre de verdad para siempre", si le ama tanto como a los hijos nacidos de él.
Decir a una madre o a un padre adoptivos "No sois mis padres" es intentar escucharse decir y repetir: "Sí, somos tus padres y lo seremos siempre".
No obligar al niño
Cuando se trata de un padrastro o una madrastra, el niño necesita una doble respuesta: "No, es cierto; ten claro que no quiero ocupar el lugar de tu padre/madre" y "Aunque no sea tu padre/madre, te quiero mucho".
Además, para señalar este vínculo tan particular, algunos niños huérfanos de padre o de madre designan a sus padrastros con un "mote" afectuoso, escogido por ellos, y que no es ni "papá" ni "mamá": ese apodo manifiesta la ternura tan especial que les une al cónyuge de su madre (o de su padre), al mismo tiempo que respetan su afecto por el padre o madre fallecido.
Por supuesto, a veces los pequeños llaman a sus padrastros "mamá" o "papá", pero sería injusto e incluso cruel obligarles a llamarles así si no lo desean. Al menos es cierto en casos de divorcio: ¿por qué pedir a un niño que llame "papá" al esposo de su madre (incluso si se muestra muy paternal) cuando su padre sigue vivo?
En cualquier caso, tomemos las palabras del niño en serio pero no con dramatismo. Es importante escuchar y acoger su turbación, intentar comprender qué necesita y responder en consecuencia.
Sobre todo, no enfadarse
Pero sobre todo, ante todo, no encolerizarse ni montar una tragedia del estilo a: "¿Cómo puede decirme algo así? ¿Por qué me rechaza? ¿Qué he hecho para merecer eso?"
¿Qué has hecho? Has amado a ese niño y ahora pide aún más, ¡y tiene razón! El niño o niña quiere asegurarse de que funcione bien esta jugada de sentir afecto por ti, que pueda hacerlo sin arriesgarse a ser rechazado.
Si tu hijo necesita reafirmación del amor que le tienes, este amor incondicional debe manifestarse, como para cualquier otro joven, a través de unas exigencias educativas firmes. "Sí, soy tu padre/madre, y precisamente por eso no te dejaré hacer tonterías. Te quiero demasiado para eso".
Christine Ponsard